A estas alturas, comenzando el año 2023, nadie puede poner en duda que las transformaciones radicales que se han venido sucediendo en los últimos tres años no obedecen a la casualidad, y que la espiral de hechos catastróficos que amenazan nuestra estabilidad, ya no solo como miembros de naciones particulares o como parte de un modelo de civilización, sino como meros sujetos individuales, no son el fruto del azar. Podemos decir que en el mundo actual, la casualidad, como la espontaneidad o la sucesión natural de los acontecimientos es algo que podemos excluir por completo sin necesidad de adherirnos a interpretaciones o teorías providencialistas o teleológicas de la historia. La falsificación de la realidad no obedece a una tendencia actual, como tampoco estuvo ausente en las sociedades del pasado. El «control del relato o de la narrativa», la «posverdad» o el «metaverso» se han convertido en conceptos e ideas recurrentes en nuestros días, y pretenden establecer los límites de la verdad y de la mentira, construir una lógica a medida que los poderes fácticos se encargan de «normalizar» en el pretendido beneficio de un bien común totalmente ficticio.
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Es la primera vez que reseñamos una obra del profesor, filósofo y tradicionalista francés Jean Hani (1917-2012), un autor conocido por sus vastos conocimientos en materia de hermenéutica y exégesis tradicional, y en la línea de Mircea Eliade, un gran estudioso de las religiones comparadas. En este sentido Hani nos muestra una defensa de los valores cristianos a través de una voluntad integradora respecto a otros valores, ideas y símbolos pertenecientes a otras tradiciones y realidades espirituales.
Hace ya casi 3 años que el mundo se vio sacudido por la llamada «pandemia del COVID-19», acontecimiento que marcó el fin del mundo anterior, el de las viejas coyunturas y una cierta «estabilidad» bajo un orden internacional prefijado bajo los criterios y normas dictados por la potencia hegemónica: Estados Unidos, quien marcaba los derroteros de la política internacional y se presentaba como el referente mundial en lo que se refiere a los valores de la democracia liberal y prácticamente un «estandarte moral» cuya primacía y liderazgo eran indiscutibles. Ese es el mundo que dejamos atrás a raíz del citado acontecimiento que sacudió nuestras vidas de una vez y para siempre en aquellos fatídicos días de marzo del 2020.