Estén planificadas o no, las crisis ponen de manifiesto debilidades que en entornos estables jamás se habían tenido en consideración, y si algo define esta segunda década del s. XXI es el encadenamiento de una crisis tras otra.
La plandemia, por ejemplo, puso de manifiesto la excesiva dependencia de China en materia de producción, especialmente en lo referente a los productos higiénicos y sanitarios como las mascarillas quirúrgicas. Cuando comenzó el proceso de trasplante industrial de Occidente a China más de 30 años atrás, nadie pareció prever los derroteros que el gigante asiático tomaría en la actualidad. Muchos pensaban, quizás tomando como referencia el estado en el que quedó la antigua Unión Soviética tras su disolución, que China sería una fábrica con mano de obra semi esclava ad-aeternum.
Sin embargo, hete aquí que no solamente China se ha convertido en un rival que puede hablar de tú a tú con el hasta entonces hegemón americano, sino que en paralelo, el resto del continente Euroasiático, encabezado por Rusia pero sin olvidarnos de la India o de Irán, se han vuelto lo suficientemente fuertes como para empezar a reclamar su cuota de poder y forzar la transición hacia un mundo multipolar.
Después del virus
El renacimiento de un mundo multipolar
Boris Nad
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2022 |
Páginas: 380
ISBN: 979-8362187439
Sobra gente: el wokeísmo se encarga de ello
Sería necesaria una investigación más en profundidad para averiguar al detalle cuándo comienza el fenómeno woke (o, por decirlo de alguna forma más celtibérica, «turbo-progrerío»). En el caso de España, el 15 de Mayo de 2011 (el conocido como 15M) se nos antoja como el pistoletazo de salida para todo el podemismo y lo que ello conlleva, aunque no hay que olvidar que todas estas ideas fueron fraguadas en las universidades de EE.UU, con lo que a nivel global, parece que el punto de partida sería la elección de Barack Obama como 44º presidente de los Estados Unidos.
La elección de Barack Obama se produjo el año 2009, casi una década después del conmocionante ataque a las Torres Gemelas y del despliegue estadounidense en Afganistán. EE.UU. estaba en la cima de su poder geopolítico y militar y se daba por hecho que tenían cogida la sartén por el mango.
En paralelo y sin relación aparente, el desarrollo de la banda ancha de internet, el inicio de la explotación de las tierras raras y las ventajas que el uso de los imanes de neodimio supuso para el avance de la robótica y las primeras andanzas con la inteligencia artificial (todavía no abiertas al público general) parecía que podría permitir en un futuro prescindir de mano de obra en casi todos los niveles. Sobraba gente.
La izquierda contra el Pueblo
Desmontando a la izquierda sistémica
Carlos X. Blanco
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2024 |
Páginas: 102
ISBN: 978-1-961928-08-4
Independientemente de que pueda haber otros motivos más ocultos para la reducción poblacional en occidente, viéndolo solamente desde la perspectiva más materialista mencionada en los dos párrafos anteriores, se nos antoja plausible que existieran incentivos para reducir la población. Si tienes robots, drones e inteligencia artificial para que fabriquen y luchen en lugar de las personas, ¿para qué quieres personas?. Pues no hay nada más antinatalista que la ideología woke.
Lo woke ya estorba
Todo el plan parecía desarrollarse a la perfección pero al circo EE.UU. le empiezan a crecer los enanos:
- El woke no se lo cree nadie normal.
- Los echan de Afganistán a pedradas.
- Rusia, China y África les plantan cara.
- La I.A. no es tan maravillosa como ellos pensaban.
También se da la situación de la falta de motivación. Nadie quiere entregar su vida, ya no por su país, sino por la entidad supranacional que lo maneja. Esto es más que evidente en el conflicto de Ucrania. Pese a que la élite atlantista quiere redoblar la apuesta, y vemos cómo la Comisión Europea o incluso el Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, se envalentonan y amenazan con enviar tropas, la realidad es que no podrían contar más que con soldados profesionales.
Es tal el problema de la falta de efectivos militares que ya se está lanzando con mayor o menor discreción por toda Europa la idea de la necesidad de recuperar el servicio militar obligatorio. Incluso en la propia Ucrania, que es quien está directamente afectado por el conflicto, el reclutamiento se está llevando a cabo a punta de pistola. Nadie quiere ir a morir por Von der Leyen, ni por Biden, ni por los LGTB ni por las FAANG1.
Y por otro lado, el conflicto en oriente próximo ha destapado una realidad dura de tragar para el Sionismo: ¿¡Cómo se atreven los universitarios a protestar contra su actuación militar!? ¿¡El golem woke se ha vuelto contra ellos!?. Ha sido muy evidente la mano dura empleada contra estas protestas en las universidades estadounidenses, especialmente si comparamos la actuación que se llevó a cabo contra protestas violentas multitudinarias como el Black Lives Matter u Occupy Wall Street.
Todo esto nos lleva a pensar que el wokeísmo ya es un juguete roto… Pero todavía es muy pronto para alegrarnos.
Aprovechando el pendulazo
La irrupción de Donald Trump en la política estadounidense confundió y probablemente diera esperanzas a todos aquellos que estamos hasta las narices de lo woke. Muchos disfrutamos de lo lindo viendo las lágrimas de los progres y la infinidad de aspavientos que mostraban en los vídeos que se compartían en las redes sociales.
Es un personaje carismático, un poco burdo quizás, lo que supuso un soplo de aire fresco en el escenario político global. También hay que reconocer que durante su mandato como 45º presidente de EE.UU. hubo movimientos interesantes en cuestión de concordia internacional. Tuvo que hacer una gran cantidad de malabarismos internos con los diferentes lobbys de presión, especialmente con el sionista, al que intentó apaciguar con gestos como la reubicación de la embajada de EE.UU. en Jerusalem o el tener como consejero de cabecera a su yerno, Jared Kushner, de confesión judía ortodoxa.
Sin embargo, la hostilidad del wokeísmo hacia Trump y sus políticas era más que evidente. Con el brillante futuro de automatización y ejércitos drones que se preveía, el trumpismo no venía a cuento. Como se demostró con el resultado de las elecciones de 2020, se enmendó el error con la victoria de Biden. Poco importaba que el resultado de las votaciones fuera sospechoso o que el candidato demócrata mostrase, ya por entonces, síntomas evidentes de senilidad. Se puso otro presidente y punto pelota.
La cuestión es que, como hemos dicho en el apartado anterior, el plan no está pintando tan bien como parecía. Y ya no solo en EE.UU. Los resultados electorales en Europa están poniendo de manifiesto que al wokeísmo ya se le acabaron las pilas. Todavía queda mucho zombi y viejo atemorizado que sigue las consignas contra la «extrema derecha»2, lo que parece que le da algo de oxígeno al progrerío… Pero es el oxígeno que se le aplica a un enfermo hospitalizado.
Esto también ocurre en EE.UU., y los que cortan el bacalao son más que conscientes de ello. El wokeísmo no solo está muerto, sino que nunca ha sido capaz de generar la motivación o el engagement (como se dice en inglés) que pueda movilizar a la población realmente útil y competente a cumplir los objetivos que se les asignen.
Un woke nunca irá a una guerra, pero un «patriota» motivado, sí. Cuidado aquí.
El atentado contra Trump: ¿milagro o ilusionismo?
Y resulta que en el escenario actual de degradación del occidente actual, a punto de capitular frente al multipolarismo en la guerra de Ucrania nos encontramos que, en EE.UU. el candidato demócrata está en peores condiciones cognitivas que nunca, «a malas» con Israel por el conflicto de Gaza y con Hollywood dándole la espalda como recientemente manifestó el actor George Clooney.
Teniendo todo el poder mediático y pudiendo hacer literalmente lo que les dé la gana con el resultado electoral, y con la cantidad de procesos judiciales que tenía abiertos, Trump realmente no supone ninguna amenaza. Una narrativa adecuada y malabarismos electorales adecuados como los que se vieron en 2020 serían suficientes para darle la victoria al partido Demócrata, siguiera Biden o se pusiera a otro candidato en su lugar. Son sus reglas y hacen con ellas lo que quieran.
Sin embargo, de repente nos encontramos con el ya archiconocido intento de asesinato perpetrado el pasado sábado 13 de julio de 2024. Tras la milagrosa supervivencia de Trump, ya toda la prensa da por supuesto que éste será el ganador de las elecciones y, salvo algún berrinchito anecdótico que los wokes más convencidos comparten en redes sociales, se está llamando a la unidad y a la concordia.
Realmente, quienes escribimos estas líneas, hasta nos sentimos idiotas al poner en duda que ese intento de asesinato haya sido real. ¡Han matado a uno del público! ¡Disparar a la oreja es una maniobra muy arriesgada para que fuera simulada! ¡Hemos visto sangrar a Trump ante las cámaras! ¡Hasta hay fotos que muestran la bala y su trayectoria pasando rozándole!
Sin embargo, todo es exageradamente cutre. El tirador a la vista, la falta de seguridad, la incompetencia del servicio secreto… Si alguien de nivel se quiere cargar a Trump (y más con la incompetencia demostrada por la seguridad) tiene mil formas para hacerlo y no necesariamente a la vista del público.
Pero no, el mundo entero ha sido testigo de un milagro. Y no es una palabra baladí. Hay que tener en cuenta todo lo que le gustan los milagros y otros efectos especiales a algunos fanáticos religiosos por esas latitudes: «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?».
Por eso, pese a las aparentes pruebas y lo convincentes que son, tras un periodo de reflexión después de este shock, lo único que se nos ocurre pensar es: «¡Miau!, Aquí hay gato encerrado».
¿Y ahora qué? ¿Esto es bueno o malo?
Pues la verdad es que no tenemos ni idea.
Previsiblemente Trump gane las elecciones y se convierta en el 47º presidente de EE.UU. En paralelo la «extrema derecha» está volviéndose cada vez más fuerte en Europa (Abascal, Alvise, Orbán, Meloni, Le Pen…) y en Iberoamérica (Milei, Bukele, Bolsonaro…), y no sería de extrañar que esta segunda edición del Trumpismo le diera un espaldarazo.
Puede que a corto o medio plazo, este pendulazo pueda resolver en parte algunos de los problemas que actualmente nos agobian a los plebeyos, como por ejemplo la inmigración masiva, la delincuencia común o el expolio fiscal… Que serían buenas noticias salvo que la intención sea limpiar y poner orden en el establo para poder producir carne de mayor calidad, ya que actualmente falta carne de cañón.
Estemos alerta. El mundo se mueve a base de psy-ops. La de las torres gemelas fue una. La plandemia fue otra. Quizás estemos ante otra más.
Dicho lo dicho, parece que estamos ante un panorama más o menos esperanzador, pero tengamos cuidado en no dejarnos llevar por falsos profetas.