El espíritu de la civilización romana
Ne ignorent semina matrem
Pietro de Francisci
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2023 |
Páginas: 224
ISBN: 978-1-961928-00-8
Una vez más nos complace presentar una de nuestras obras, en esta ocasión, como de costumbre, nos encontramos ante un autor inédito en lengua española, y de origen italiano, como es el caso del insigne jurista italiano especializado en derecho romano Pietro de Francisci, y no un especialista más sino uno de los juristas más importantes en susodicha materia. La obra en particular se trata de El espíritu de la civilización romana, editado originalmente en 1939, en una segunda edición en 1952 y finalmente, tras un prolongado lapso de tiempo, en 2019 por la editorial italiana L’arco e la Corte.
Un apunte biográfico
Pietro de Francisci nació en Roma el 18 de diciembre de 1883. Criado en un ambiente católico y huérfano de padre desde edad muy temprana, su familia se trasladó a Milán en 1887. Desde muy joven, y formando parte de un comité antidivorcio, pudo entrar en contacto con el ambiente de la intelectualidad católica italiana de la época. En 1905 obtiene su licenciatura en derecho, y durante su formación tiene acceso a las obras de historiadores del derecho romano como Contardo Ferrini o Pietro Bonfante, que influyen notablemente en su formación y actividad científica, que se inicia en 1906 a través de la exploración de de amplias temáticas relacionadas con la Romanidad, de hecho ese mismo año publica una versión parcial de su tesis en Studi senesi bajo el título Iudicia bonae editti e formulae in factum1. Sus actividades como investigador se centrarán en el derecho público y en la metodología jurídica. De hecho en Presupposti teoretici e il metodo della storia giuridica (1916)2 sostiene la ausencia de distinciones entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias históricas y subraya que el método, esencial en la ciencia del derecho, está vinculado al conocimiento de los principios de la evolución jurídica. Habla del derecho natural como producto de la sociedad y que el análisis debe centrarse sobre la organización de la sociedad, compuesta de agregados e instituciones sociales a los que les corresponden las instituciones jurídicas.
Después de la Primera Guerra Mundial se puso a disposición del Consejo supremo interaliado de Versalles para completar una serie de estudios preparatorios en la conferencia de paz. De hecho, entre febrero y agosto de 1919 se adhirió a la oficina de prensa de la Delegación italiana en la Conferencia. De modo que sus cargos públicos preceden al advenimiento del fascismo. En los años precedentes al estallido de la guerra, hacia 1912, Pietro de Francisci ha pasado por una serie de universidades (Perugia, Ferrara, Sassari, Macerata y Padua) en un proceso de maduración académico que le llevará finalmente a la Universidad de La Sapienza, en Roma, en 1924. Un año antes, en 1923, de Francisci figura ya como miembro del Partido Nacional Fascista, procediendo en lo ideológico de las filas del nacionalismo italiano, encuentra acomodo en el partido donde recibe cargos internos.
En otra de sus obras, Missione del giurista (1927)3, sostiene que «la investigación histórica y la misma lógica obligan (…) a considerar el derecho como una formación social» al tiempo que se hace consciente de la necesidad de un ordenamiento uniforme y unitario, y de que la fuerza de todo organismo político depende de la unidad de dirección. Es una postura en plena consonancia con la dirección de los tiempos, con las propuestas ideológicas del fascismo del ventennio. En esta época también se dejan entrever las críticas de nuestro autor al liberalismo y su individualismo agnóstico, y niega cualquier pragmatismo o reducción a una pura cuestión técnica en el ejercicio del derecho y la jurisprudencia, tal como revela en algunas obras posteriores como Le fonti del diritto privato e il processo della loro unificazione in Roma (1928)4, donde también delinea el proceso de «estatalización» del derecho en la experiencia romana, o bien en Il centenario del Digesto (530-1930), en el que sostiene que el derecho forma parte de una única realidad histórica y espiritual, totalizadora, en la que converge con la política o la economía. En lo sucesivo, intervendrá en diferentes congresos, como el Congreso jurídico italiano, el 5 de octubre de 1932, donde propugna la idea de construir una nueva dogmática que gire en torno al papel del Estado.
Precedentemente, en 1929, ya ocupó un escaño como diputado del PNF. También participará como Relator en el diseño de legge Stato di previsione della spesa del Ministero dell’educazione nazionale per l’esercizio finanziario entre el 1 de julio de 1930 y el 30 de junio de 1931, donde propugna unos métodos pedagógicos que inciden en la formación humanística de los jóvenes y una liberalización de los planes de estudio. También participará en sucesivas leyes y reformas legales en calidad de Ministro de Gracia y Justicia, cargo que ostentará entre el 20 de julio de 1932 y el 24 de enero de 1935. Su principal cometido desde sus labores ministeriales será la formulación de un nuevo sistema jurídico frente al liberalismo y sus derivas individualistas. El 10 de abril de 1934 presentará al Jefe de Gobierno un esbozo de reforma constitucional en el que tratará de adecuar las estructuras del Estado corporativista a sus funciones, superando la doctrina de la división de poderes, y transformar el Parlamento en una institución consultiva. El proyecto no llegó a tener continuidad.
Su experiencia política como ministro terminará bruscamente y volverá de nuevo al mundo académico, para ocupar su posición en el Rectorado. Desde 1937 preside el instituto nacional de cultura fascista: miembro del Directorio nacional del partido. Vicepresidente de la Cámara de los fascios y de las corporaciones.
En su actividad intelectual comienza a madurar una nueva etapa en la que sus trabajos se inspirarán en las doctrinas desde el evolucionismo y el positivismo jurídico se orienta hacia el análisis de los contenidos espirituales, hacia los elementos constantes y recurrentes que construyen la unidad fundamental del espíritu humano. En Idee per un rinnovamento della scienza del diritto (1939) ya plantea un sistema que veremos reflejado en El espíritu de la civilización romana, obra que corresponde al mismo año, a través del cual se propone liberar las realidades de los sistemas históricos de las determinaciones temporales y de los condicionamientos contingentes para descubrir los aspectos permanentes del espíritu, para rastrear en ellos un significado que pueda asumir un valor general. Aspectos permanentes, que permitieran establecer leyes de evolución jurídica.
En 1940 dimite como presidente del Instituto nacional de cultura fascista, como miembro del Directorio nacional y vicepresidente de la Cámara de los fascios y las corporaciones. A pesar de que Mussolini insiste en que conserve al menos el último de los cargos, de Francisci se ve empujado a alejarse de la política y dedicarse a su actividad docente e investigadora.
Posteriormente, en 1944, su implicación directa en el gobierno fascista italiano le supondrá ser apartado de la docencia por orden del Comisario del gobierno militar aliado, algo que posteriormente, a finales de ese mismo año, confirmaría una Comisión de depuración. Unos años después, a comienzos de 1949, el procedimiento será revocado con sentencia del Consejo de Estado y nuestro autor podrá volver a ocupar su Cátedra de Historia del derecho romano en La Sapienza. El mundo académico de la época recibió con alegría la revocación de los procesos de depuración que apartaban a uno de los más ilustres catedráticos italianos, llegando a escribir una carta firmada al Ministerio de Instrucción Pública para agradecer la reintegración de éste, algo que la Facultad de jurisprudencia de La Sapienza ya había pedido en mayo de 1948.
Pietro de Francisci abandona definitivamente la enseñanza en 1954, y todavía nos legará una última obra, de gran valor y fundamental en el conjunto de sus escritos bajo el título Primordia civitatis (1959). Muere finalmente el 31 de mayo de 1971 en Formia.
Pietro de Francisci vs Jérôme Carcopino: vidas paralelas
Como sucede en muchos casos, la polémica y las filiaciones ideológicas al final terminan por decidir la suerte de innumerables autores y de sus obras, que o bien son condenadas al ostracismo y al olvido más absoluto, privándonos de sus valiosas aportaciones, o bien son directamente demonizados y objeto de imprecaciones de lo más funestas. De hecho tenemos ejemplos muy conocidos, como el de Ezra Pound, cuyo destino también estuvo unido al mismo país que de Francisci, o bien, dentro del mismo ámbito de conocimientos del mundo romano, tenemos el caso de Jêrome Carcopino, uno de los mayores especialistas en la historia de Roma del último siglo de la República, cuya colaboración en tareas de gobierno con el régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial, también le acompañó a lo largo de toda su vida. A Carcopino, como a de Francisci, ya le precedía una prolongada trayectoria académica, en este caso como profesor de La Sorbona entre 1920 y 1937. Curiosamente el historiador francés también ocupó el cargo de Secretario de Estado para la Educación Nacional y para la Juventud, dentro del terreno educativo como nuestro autor, y entre sus principales aportaciones destacaron especialmente la denominada «Ley Carcopino», que dio cobertura jurídica a la arqueología francesa durante medio siglo, así como la reordenación de la enseñanza escolar bajo los parámetros ideológicos del régimen de Vichy.
Pound, Evola y Jünger
Introducción al pensamiento disidente del s. XX
VV.AA.
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2023 |
Páginas: 288
ISBN: 9798378623273
Las labores de gobierno de este otro insigne romanista, Jérôme Carcopino, también tuvieron sus consecuencias, y éste fue arrestado y encarcelado al final de la guerra en Fresnes, y fue revocado en sus funciones académicas. Posteriormente, hacia 1951, como de Francisci, también fue rehabilitado y elegido miembro de la Academia Francesa en noviembre de 1955.
El espíritu de la civilización romana
Como señalamos al principio de este escrito, El espíritu de la civilización romana no ha conocido más que tres ediciones desde los más de 80 años de su primera publicación, algo que posiblemente pueda tener relación con las polémicas señaladas con anterioridad. Son especialmente interesantes respecto a la obra que nos ocupa una serie de apuntes previos, y en relación a cuestiones metodológicas, que el propio autor nos indica. Al estudiar la historia romana en su conjunto hay que hacerlo desde el análisis y los planteamientos que tengan en cuenta el factor simbólico y tradicional, omnipresente desde los orígenes de Roma, y sus evoluciones ulteriores, así como los condicionamientos externos referentes a la territorialidad o las aportaciones de las poblaciones con las que entran en contacto.
Por este motivo la hermenéutica empleada por de Francisci en el análisis de Roma va mucho más allá de lo puramente fenomenológico, para lanzar una visión de conjunto sobre toda la civilización romana, en la que los diferentes elementos orgánicos y la idea metafísica nos permiten caracterizarla desde su fundación hasta su final. Por dicha razón, El espíritu de la civilización romana no es un simple libro de historia, un manual más de los muchos existentes, que abordan la historia romana atendiendo a hechos y cronologías, sino que se refleja una voluntad de ofrecer un análisis morfológico, podríamos decir que incluso de inspiración spengleriana, en el que se busca trascender la visión de una historia lineal y progresiva, huyendo de todo academicismo, teniendo muy en cuenta las categorías de «Civilización» y «Cultura». De hecho, si en el caso del célebre historiador alemán, la historia de Roma precedente al advenimiento del Imperio aparece como un cúmulo de revoluciones y guerras civiles, que comienza con la II Guerra Púnica y los hermanos Graco en el siglo II a.C. para desembocar finalmente en el Imperio de Augusto, en una descripción perfecta de la descomposición del sistema parlamentario y de magistraturas que desemboca en formas de «Cesarismo». Todo este proceso es perfectamente descrito por Pietro de Francisci, en paralelo a la defensa de una tradición y unos orígenes, que se refleja también en el mantenimiento en los comienzos de la exclusividad del elemento romano originario, tanto en el acceso a los cargos políticos, religiosos o militares, y que generará el conflicto entre patricios y plebeyos, como en tiempos del Imperio, con la distinción, dentro de un orden jerárquico preciso y bien delimitado, del sustrato romano-itálico y su sucesiva pérdida de poder en detrimento de las provincias imperiales.
Tampoco podemos obviar la inspiración evoliana que emana de la perspectiva metafísica que de Francisci pone en práctica y de la que deriva un evidente sentido metahistórico. De ahí cierto sentido de predestinación que aparece ligado al concurso de la voluntad divina en la historia de Roma, que viene a reforzar con su aprobación, merced a los ritos oficiados por augures y arúspices, todas las acciones de calado que Roma emprendió en la forja de su Imperio. El elemento divino participa de los hechos humanos, les da sanción y los introduce en la dimensión de lo sagrado. La cita que nos apunta Julius Evola en sus escritos, perteneciente a Plutarco en su Vida de Rómulo (I, 8) dice así: «Roma no habría podido elevarse a su condición de potencia si no hubiese tenido de alguna manera un origen divino,
tal de ofrecer a los ojos de los hombres, algo grande e inexplicable», que se suma a otras referencias más o menos literarias que inciden en esta idea de predestinación, de contar «con el favor de los dioses», y que se revela muy pronto en la historia de Roma, desde el estado de simples campesinos y pastores entre las colinas de Roma, asediados por los diferentes pueblos que habitaban la región (Latinos, Sabinos, Samnitas etc), un pueblo cerrado, sin apenas contactos con otros pueblos, en un contexto plagado de auténticos mitos fundacionales y leyendas que alimentan el misterio de la misma romanidad.
Spirito della civiltà romana
Ne ignorent semina matrem
Pietro De Francisci
Editorial: L'Arco e la Corte
Año: 2020 |
Páginas: 278
ISBN: 978-8894398373
Roma y su legado, junto a Grecia, continúan siendo la piedra angular de la civilización europea, especialmente en su vertiente occidental, parte integrante de las raíces e identidad continentales. Y aquí debemos hablar del valor de la Tradición como tal, que a lo largo de las páginas que componen la presente obra es algo fundamental, y que vemos reflejado en la voluntad de permanencia de los elementos originarios del pueblo romano, y posteriormente romano-itálico, y la preponderancia del ius sanguis para ocupar los principales cargos políticos y militares del Estado romano, un principio ligado al estatus de ciudadano, que llegó a ser un privilegio hasta la Constitución de Caracalla (212 d.C.), en una voluntad de mantener vivas las raíces y el elemento originario del pueblo romano. Pero en contraste con este elemento, y por las propias razones naturales de la evolución del Imperio, éste tuvo que mostrarse integrador y absorber las influencias que venían de otras latitudes del orbe romano, tales como los cultos mistéricos, que vinieron a sustituir la religión romana, más externa y ligada a la concepción del estado, y con posterioridad el propio Cristianismo, que también se vio impregnado por elementos romanos, y que como veremos en los primeros siglos medievales, se convirtió en vector en la conservación y transmisión de la Tradición clásica.
No obstante, como toda creación humana, el Imperio y la hegemonía de Roma cumplieron un ciclo vital, y a su proceso de formación y apogeo le sucedió aquel característico de decadencia y caída final. Las causas de la caída todavía siguen siendo objeto de debates, con sus teorías e interpretaciones, dentro del ámbito académico de los historiadores, aunque nuestro autor hace especial hincapié en la crisis demográfica, la misma que diezmó a lo largo de los siglos a las más antiguas familias de la aristocracia senatorial romana y castigó a las poblaciones romano-itálicas, a lo que habría que unir las guerras que pesaban sobre esta porción privilegiada del Imperio, la decadencia moral y de las costumbres y la corrupción de las instituciones, junto con la pérdida del sentido de jerarquía y organicidad que integró a contingentes de población provinciales cada vez mayores en las estructuras y la dirección del Imperio, y obviamente por el establecimiento de un modelo cosmopolita en el que las legiones romanas dependían cada vez más del elemento bárbaro, en una creciente militarización del poder político romano.
A estos elementos podemos unir otros muy evidentes, y ampliamente documentados desde la historiografía como las invasiones bárbaras, que de la mano de la citada corrupción de las instituciones, hicieron cada vez más difíciles el control de las fronteras, del limes, la propagación de enfermedades infecciosas por la falta de higiene, el colapso de las estructuras económicas, con el hundimiento de la agricultura y los intercambios comerciales y, en definitiva, por la pérdida de la cohesión social originaria, la que se había constituido como fuerza motriz de los destinos de Roma desde los comienzos.
Los paralelismos de la decadencia y ocaso del Imperio Romano con la que vive el Imperio estadounidense-occidental-posmoderno son inevitables. La misma crisis demográfica que vivieron los romanos de la Antigüedad Tardía, la vemos hoy, aunque por motivos mucho más planificados, en la envejecida Europa actual, en la que cómo en los tiempos crepusculares de la romanidad, también se ve asaltada por los bárbaros, con sus decadentes democracias liberales plutocráticas, sus oscuras Agendas globales y el mismo fermento en plena putrefacción que corrompe las costumbres, tradiciones y hasta el buen gusto. Junto con destrucciones irrecuperables en el ámbito de lo espiritual y los legados ancestrales, que en el caso romano trascendieron a sus creadores y se proyectaron sobre el Medievo y más allá gracias al papel de las órdenes monásticas, en el nuestro nadie recordará en los tiempos venideros al Occidente posmoderno, oscuro y decadente, incapaz de ninguna creación que perdure en el tiempo y privado de todo ethos heroico se perderá en el sumidero de la historia sin que nadie lo invoque sino como una época de oprobio, cobardía y destrucción de la condición humana.
De Francisci, Pietro. Iudicia bonae dei editti e formulae in factum, Fratelli Bocca, Turín, 1907 ↩︎
De Francisci, Pietro. I presupposti teoretici e il metodo della storia giuridica. Tip. Degli Olmi, di C. Tessitori, 1916. ↩︎
Fragmento de Atti della Società italiana per il progresso delle scienze, XVI Riunione, Perugia. 30 oct.-5 nov. 1927, Pavia 1928 ↩︎
En Nuovi Studi di diritto, economia e politica, I [1927-1928], pp. 161-169 ↩︎