«Eh, pero si ya estamos siendo controlados»
(Hermano del «yo no tengo nada que esconder»)
El razonamiento (¡¿razonamiento?!) «eh, pero si ya estamos todos rastreados» no es razonable. Sería como decir «cortadme otro dedo, que ya me habéis cortado uno». «De hecho, cortemos la mano, ya que me habéis cortado dos dedos». O bien «vamos, ya que has matado a mi padre, mata también a mi madre, de todos modos ya era medio huérfano».
Que ya estamos rastreados es cierto (y de hecho lo que siempre digo es que deberíamos deshacernos de los smartphone y volver al viejo Nokia), pero razonando el «eh, pero si ya estamos rastreados» es una rendición perezosa que ha permitido al sistema ir subiendo el listón cada vez más.
De dejar el número de teléfono móvil a toda multinacional/cadena de negocios, después a las app que ya rastrean (el propio Facebook), luego a la geolocalización (google maps), y más tarde a los juegos que se descargan y que localizan donde estás y donde vas a las mil diabluras de las que dispone un smartphone, que requiere de nuestros datos e identifican las posiciones en el territorio, y Alexa que te conoce mucho mejor de cuanto tú puedes conocerte (con todas las implicaciones vinculadas al control y la manipulación inconsciente que pueden ejercer), a las cámaras por todas partes etc etc. Paso a paso, con el «eh, nada cambia, ya estamos localizados» siempre nos han dado una excusa, una autoabsolución y siempre hemos permitido o aceptado una invasión gradual, y ahora que el listón se eleva una vez más (app «covid») continuamos absorbidos por nuestra pereza, con la cual hemos aceptado el control social en el pasado.
Si ahora dices que sí a la app del gobierno, ¿por qué mañana deberías decir que no a la app subcutánea? El gobierno te culpará de ser incoherente (¡¿pero cómo puedes aceptar una y no la otra?!) egoísta e insensible (como hacen ahora con la app «covid»). Sería más invasiva, el nivel de control se elevaría una vez más, pero el tipo de «eh, pero si ya nos controlaban», como nunca se ha negado a dar sus propios datos al Candy Crush, a Google maps o a dar/comunicar a través de fotos y gustos la propia vida íntima en Facebook, no tendrá ninguna duda ni hará un ejercicio de sentido crítico para contrastar este último (¿último?) paso final hacia la distopía totalitaria, distopía que parte de muy lejos en el tiempo, y que ha sido bien preparada en el transcurso del mismo.
La ley sobre la privacidad en todo esto es una gran tomadura de pelo. Tanto para aquellos que quieren, con su derecho y justamente, hacerla valer se les responde «eh, pero si ya estamos siendo controlados». Y entonces ¿para qué existe una ley de este tipo? Ya podrían eliminarla, basta de hipocresía.
Finalmente, al decir que la privacidad no importa, porque de todos modos los niveles de control son ya elevados y que «yo no tengo nada que esconder» (y sobre esconder habría mucho que hablar… cualquier cosa el día de mañana podría volverse en tu contra, aunque no hayas hecho nada ilegal. Quien sabe todo sobre ti puede dirigir todo tu comportamiento) debería percibirse como decir «qué me importa si se elimina la libertad de pensamiento, si yo no tengo nada que decir». Tú quizás no, pero algún otro sí. Si a alguien le gusta ser controlado o limitado en alguna libertad, no significa que a todos nos guste serlo. Y es necesario luchar para que estos derechos no desaparezcan, aunque solo sea por altruismo hacia quien los ejerce, aunque solo sea porque son leyes que los garantizan (a pesar de que sabemos que son leyes falsas).