Mos Maiorum, IV (Primavera 2022)
Revista sobre Tradición, postmodernidad, filosofía y geopolítica
Hipérbola Janus
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2022 |
Páginas: 120
ISBN: 979-8834984610
Tras grandes y denodados esfuerzos, que son los que normalmente sustentan y preceden a la publicación de cada número de «Mos Maiorum», volvemos a la carga con una nueva entrega, en la que hemos considerado como imagen de portada una gárgola demoníaca, una de las muchas que coronan la icónica Catedral de Notre Dame, cuya simbólica destrucción años atrás nos impactó y sobrecogió a todos, y además despertó todas nuestras suspicacias en torno a los posibles orígenes del incendio que ocasionó tal hecatombe. La nada disimulada hostilidad hacia el culto y prácticas católicas en el seno de las democracias liberales occidentales desde hace varias décadas, que en ningún caso obedecen a la casualidad ni están motivados por una transformación casual o «natural» de las sociedades europeas, no hacen más que alimentar las interpretaciones de una autoría deliberada de tal «accidente».
Como nos dice Juan Eduardo Cirlot en su conocido Diccionario de símbolos, a través de una definición sencilla y extremadamente sintética, las gárgolas aparecen como el fruto de un submundo poblado por entidades monstruosas y demoníacas que ha sido vencido y dominado, y que, de algún modo, podemos contemplar las horrendas criaturas que lo nutren desde la perfección espiritual y la jerarquía que define su supeditación a las categorías angélicas y celestes, a la Perfección Suprema del Orden Divino. De ahí que su disposición en los templos góticos siempre sean en zonas que no ocupan centro alguno ni lugar privilegiado en la disposición del arte sagrado. Del mismo modo, la monstruosidad y deformidad grotesca de aquellos demonios también son una prueba de que la belleza es indiscutiblemente una cualidad de lo divino, es un reflejo de Dios y un atributo de la beatitud divina, como diría Frithjof Schuon, y asimismo vehículo de expresión de todas las verdades trascendentes y de un orden suprahumano. En consecuencia, aquello que exprese una orientación contraria, la fealdad, lo que suscita y evoca el horror, el desequilibrio y lo caótico, no puede ser sino expresión y vehículo del Mal, de aquellas influencias satánicas que vemos reflejadas en el arte moderno en todas sus corrientes y variantes, y más allá del terreno puramente artístico esa fealdad impregna todos los aspectos de la vida moderna, domina la arquitectura urbana de nuestras ciudades, las estéticas estrafalarias de los jóvenes y aquellos no tan jóvenes, los propios gestos, expresiones y lenguaje de las gentes, la misma forma en que se conciben las relaciones humanas y la forma de tratar cualquier dimensión que supere la horizontalidad material y la vida ordinaria. La vulgaridad, el sometimiento a placeres vacíos y a formas de vida inorgánicas e interiormente fragmentadas son también parte de esa fealdad de los tiempos, de la primacía de lo demoníaco propia de una era crepuscular en la que toda vía con lo Alto se encuentra o bien oculta, como los centros iniciáticos de los que nos habla René Guénon, o ha sido destruida por la implacable acción corrosiva de la modernidad.
Pero volvamos a las gárgolas, o a la gárgola, aquella que preside nuestra portada, y atendiendo a lo que nos comenta a tal respecto Titus Burckhardt, éstas también tenían otra función bien definida, que no es otra que la de exorcizar a aquellos que las contemplan, para despertar aquellos espíritus más pasivos y condescendientes, y avivar su fuego interior, para ponerlos en guardia contra el psiquismo inferior y los bajos instintos y vicios siempre prestos a tantear las debilidades humanas. Vendrían a ser un medio a través del cual poder integrar todas las contradicciones del alma humana y superar las antítesis y alcanzar una cierta objetivación de la existencia. Nada que ver, por supuesto, con ninguna teoría psicoanalítica moderna. La de Buckhardt nos parece una interpretación algo más «benéfica» que la que hemos expuesto hasta el momento.
No obstante, el Mal Absoluto, la mentira y las formas oscuras, subversivas y antitradicionales encuentran un vector mucho más amplio para penetrar nuestras almas y dominarlas, incluso en nuestra propia inconsciencia, porque vivir en un ciclo histórico descendente como el que nos ha tocado vivir, y verse expuesto a las iniquidades de los tiempos presentes, siempre va a tener un efecto negativo y pernicioso sobre nosotros, sobre nuestros equilibrios internos, para sumirnos en el caos de lo indiferenciado o incluso para hacernos vacilar en aquellos momentos en los que el abismo toma forma sobre nosotros. Es por ese motivo que nuestros actos y pensamientos, y en consecuencia los compromisos que adquirimos, no nos comprometen individualmente, sino en un plano mayor, en nuestra relación con un conjunto mayor, macrocósmico, en relación orgánica con lo microcósmico, a través de una ley de correspondencias que nos hace partícipes de una realidad superior.
Hablamos de la relación con la noción de lo sagrado, algo que hoy día se ha perdido por completo, y que la humanidad posmoderna contempla incluso con jocosidad, que vinculan a la fantasía o a la superstición, o que relacionan con un tiempo oscuro al tiempo que apelan a una falsa ciencia nacida de la noción decimonónica de un inexistente progreso, de la ilusión material alimentada por el monstruo de la tecnología y el poshumanismo.
Desde las páginas que siguen a continuación, nuestros lectores podrán ser partícipes de muchas de las ideas que hemos expresado en este breve escrito, y no solamente desde el bloque dedicado a la Tradición, sino desde la filosofía, la historia y la crítica a la posmodernidad, pues, como decíamos con anterioridad, todos los órdenes de existencia conforman una unidad, y si hoy somos testigos de un mundo fragmentado, sin conexión entre las partes que la componen, es porque hemos abandonado toda noción de lo sagrado, desconocemos su significado, al igual que hemos dejado libres a los demonios que en los siglos medievales aparecían subyugados bajo la forma de temibles gárgolas.