Ensayos filosóficos, esotéricos y religiosos
1925-1931
Julius Evola
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2024 |
Páginas: 214
ISBN: 978-1-961928-18-3
Desde nuestra misma fundación como editorial, la figura de Julius Evola ha sido un punto de referencia fundamental para abordar muchas de nuestras publicaciones. Desde 2014 nos marcamos como objetivo la divulgación de sus ideas en el ámbito editorial, siempre en la medida de nuestras posibilidades, y teniendo en cuenta la importancia del autor, del Maestro Romano, en un discurso que hemos asumido plenamente: la necesidad de rebelarse contra el mundo moderno y buscar una alternativa que debe ser irreductible y antitética respecto a éste. El fundamento metafísico, especialmente importante en el tradicionalista francés René Guénon, viene a complementarse con la otra visión de la Tradición, más heterodoxa, de la acción (no en el sentido activista propiamente moderno, obviamente) a través de la figura del Khsatriya evoliano, del guerrero, con sus prolongaciones, de enorme importancia, que se derivan de sus doctrinas en el ámbito de la metapolítica.
Fruto de estos anhelos, hemos publicado ya algunos volúmenes recopilatorios sobre las obras del autor italiano: Metapolítica, Tradición y Modernidad: Antología de artículos evolianos (2020) y Monarquía, Aristocracia y Ética elitista: Antología de artículos evolianos 1929-1974 (2022), al que debiéramos añadir, por seguir la misma línea, dentro de la Tradición Perenne, al ya mencionado René Guénon con El Maestro de la Tradición Perenne: Antología de artículos guenonianos (2021). Recientemente, también publicamos Diorama filosófico: Problemas del espíritu en la Italia de entreguerras 1934-1935 (2024), que sin ser una obra íntegramente evoliana, si representa un importante proyecto cultural desarrollado por nuestro autor italiano durante los años del Ventennio de la Italia fascista, con la creación de un Think Tank que trataba de aglutinar a toda la intelligentsia de la Derecha tradicional de su época, y aunque no terminó de cuajar, nos brindó un modelo de civilización alternativo para la Europa de entreguerras.
Diorama filosófico
Problemas del espíritu en la Italia de entreguerras 1934-1935
Marco Tarchi
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2024 |
Páginas: 420
ISBN: 978-1-961928-11-4
Son contribuciones fundamentales a la difusión de la obra evoliana en lengua hispana, con artículos completamente inéditos en nuestro idioma, que nos ofrecen la visión del Julius Evola más prolífico, con notables escritos difundidos en diferentes medios, revistas y periódicos, especialmente después de 1945, como Rassegna Italiana, Il Borghese, Rivolta Ideale o La Stampa entre otros muchos. En el caso que nos ocupa, descubrimos una nueva remesa de artículos, publicados durante la juventud de Julius Evola en la revista Bilychnis, una revista de estudios religiosos fundada en 1912 y editada por la escuela teológica bautista de Roma, cuya existencia se prolongó hasta el verano de 1931. La colaboración de Evola con la revista se concretó en los últimos años de su existencia, entre 1925 y 1931.
Como el propio autor nos precisa en su obra autobiográfica El camino del cinabrio, en el momento en que se inicia su colaboración con Bilychnis, se encuentra inmerso en su etapa filosófica, cuyos frutos podemos ver a través de dos obras fundamentales del citado periodo, como son I Saggi sull’idealismo magico (1925) y Teoria e fenomenologia dell’Individuo Assoluto (1917-1924), que aportaron al joven tradicionalista romano principios «racionalizantes y sistematizadores» para tratar en sus análisis hermenéuticos sobre doctrinas sapienciales y esotéricas relacionadas con el yoga, la magia o la iniciación, en lo que preludia su entrada en la etapa de la magia y la formación del Grupo de Ur. Otros ensayos, presentes en el actual volumen, como es el caso «De la pureza como valor metafísico» forman parte de este espíritu idealista en el que se hallaba inmerso nuestro autor.
Son nueve los ensayos o artículos que componen el presente volumen, y sobre los cuales vamos a tratar de establecer una breve síntesis general con la intención de esbozar y presentar su contenido. Este volumen comienza con «E. Cuoé y el “actuar sin actuar”» (1925), centrado en el farmacéutico y psicólogo francés Émile Coué (1857-1926), famoso por desarrollar un método de autosugestión que hoy es la base de muchos manuales de autoayuda. Su técnica consistía en repetir frases y estímulos positivos para influir en la mente y el comportamiento, con la idea de que el poder mental puede contribuir a la curación física y emocional. Coué creía que la imaginación superaba a la voluntad, y su método, que tuvo éxito en Europa y Estados Unidos, inspiró sistemas posteriores como el Método Silva, basado en autosugestión y niveles de oscilación cerebral.
El psicólogo francés propone una ausencia de acción con un aspecto positivo, sobre todo frente a la voluntad como puro activismo, característica de la civilización moderna. Este activismo desenfrenado, exaltado como progreso continuo, ignora el «ser» y es evidente en las ciencias, donde el evolucionismo y la especulación prevalecen sobre principios inmutables.
Frente a este activismo moderno, las antiguas tradiciones espirituales ofrecen un camino hacia un sentido superior y objetivo de la realidad. Estas tradiciones permiten evitar las desviaciones del activismo desmedido, que representa debilidad y decadencia. Evola subraya cómo filosofías vitalistas y nietzscheanas exaltan el devenir y lo irracional, ignorando la clara distinción espiritual entre lo «natural» y lo «inteligible». Para autores neoplatónicos como Plotino, el movimiento simboliza la incapacidad de alcanzar la perfección, mientras que el mundo inteligible representa una acción perfecta, autosuficiente y supranatural, defendida por tradiciones orientales con principios inmutables y viriles, ajenas al devenir.
Evola, comentando el Tao Te Ching y el concepto del wei-wu-wei («actuar sin actuar»), señala que estas doctrinas no implican quietud o negación de la acción, sino su forma más perfecta y trascendente. Similar al «primer motor inmóvil» de Aristóteles, quien dirige el movimiento sin moverse, esta filosofía propone la subordinación de la acción al ser, manteniendo el control y permaneciendo invulnerable frente a deseos o impulsos.
El wei-wu-wei contrasta con el concepto moderno de acción, que, en el mundo antitradicional, se manifiesta como un activismo caótico y pasivo, dominado por instintos y deseos. Nuestra civilización, hiperdesarrollada materialmente, como advertía René Guénon, ha perdido la centralidad interior y ha entregado la acción a la tecnología y las pasiones, cayendo en la autodestrucción. Ante esto, Evola propone un ascetismo viril y una superioridad aristocrática como oposición al naturalismo instintivo y la subversión moderna.
El Maestro de la Tradición Perenne
Antología de artículos guenonianos
René Guénon
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2021 |
Páginas: 286
ISBN: 979-8504926506
El artículo «De la “pureza” como valor metafísico» (1925) muestra a un joven Evola en plena maduración intelectual, explorando las ideas de Ser y Devenir, y el Yo frente a las contingencias. Influido por la perspectiva del Kshatriya o guerrero, Evola busca una acción absoluta y objetiva, libre de las limitaciones biológicas y de la naturaleza. Esta visión heroica no es una abstracción, sino una forma de existencia que se manifiesta a través del sacrificio y el acto purificador. Evola plantea una acción purificada de emociones, deseos y vínculos sentimentales, superando las dicotomías modernas como éxito y fracaso. La acción pura es objetiva, autosuficiente y superior, siendo expresión de jerarquías naturales. Evola promueve un actuar imperturbable, desapegado y libre de odio, que nace del silencio, la soledad y el desapego, como un ejercicio de liberación y clarificación de la realidad.
Otro de los artículos que debemos destacar en esta compilación es «La escolástica ante el mundo moderno» (1926), aborda un tema siempre complejo y muy característico de la cultura medieval en el Occidente europeo. Es un concepto filosófico que hace referencia a las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, en una suerte de visión actualizada y adaptada al pensamiento cristiano de las teorías aristotélicas. La asistencia de la filosofía y del principio racional al discurso revelado de la fe, es su característica más inmediata, nutriendo los principios teológicos y sometiéndolos a la especulación filosófica con una amplia variedad de discursos que resultan demasiado complejos como para ser uniformizados. Durante el Renacimiento, y con la eclosión del humanismo, como ocurrió con muchos aspectos del pensamiento y la cultura medieval, la escolástica fue denostada y adquirió unas connotaciones negativas. En este contexto, la crítica de nuestro autor al pensamiento escolástico, que se ciñe, en lo básico, a los aspectos teóricos formulados por este, parte de una idea profundamente negativa del Cristianismo, en el que ve una doctrina fundamentalmente irracional, que ha «humanizado» lo divino, convirtiéndose en uno de los principales responsables de la secularización moderna y la cultura profana que impera en nuestros días.
Según Evola, el Cristianismo ha provocado una fractura insuperable entre lo humano y lo divino, de tal modo que lo divino aparece como una barrera inalcanzable. En la base del dualismo cristiano se encuentra la idea de la «creación desde la nada» (ex-nihilo), lo que supone un abismo inabarcable entre el mundo sensible y el supramundo, entre lo humano y lo divino. Frente al Dios todopoderoso, capaz de crear todo de la nada, se encuentra la criatura, pura creación ex-nihilo. Por ese motivo el Cristianismo ha también ha puesto las bases del nihilismo moderno, en la medida que la creación supone una «entificación» de la nada, como un principio diferente en relación a las cosas del mundo y la sustancia de las que estarían constituidas. El mundo creado por Dios, como un acto gratuito, aparece como totalmente contingente, y para nuestro autor, también inconsistente. Este dualismo es el fruto del carácter pesimista del Cristianismo, y el carácter exotérico que prevalece sobre su plano práctico y moral. Ese pesimismo se deja entrever en la imposibilidad de que el hombre pueda conocer merced a sus propias fuerzas lo divino. Solamente se acepta la revelación y en relación a ésta el ejercicio de la fe. Pero la mayor parte de la humanidad se encuentra radicada en esa dimensión exotérica y de la fe, y su expresión religiosa, puramente devocional es la única forma de entrar en contacto con lo trascendente. Asimismo también considera que el Cristianismo niega la posibilidad al hombre de alcanzar la salvación de manera autónoma, siendo la doctrina la de gracia, con la intervención externa de Dios. Los cristianos han establecido que los actos del hombre que parecen propiciar la gracia en realidad son tales porque proceden de una gracia anterior. Por ese motivo Evola considera que el desarrollo más coherente del Cristianismo se encontraría en la teoría de la predestinación absoluta de Calvino y Jansenio, que implica la negación del libre arbitrio y de toda responsabilidad en el hombre.
Mos Maiorum, III (Invierno 2021)
Revista sobre Tradición, postmodernidad, filosofía y geopolítica
Hipérbola Janus
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2021 |
Páginas: 100
ISBN: 979-8716393318
Además el Cristianismo es, para nuestro autor, eudemonista y heterónoma. Eudemonista en la medida que su enfoque la virtud es un medio para alcanzar la salvación y la felicidad individual, en lugar de considerarla un fin en sí misma (como se hacía en las doctrinas clásicas). Heterónoma en la medida que está condicionada por factores externos o una ley desde fuera, en lugar de ser el resultado de la autonomía o la voluntad propia, como sí ocurría con los valores del «paganismo clásico». En realidad la felicidad es algo que se encuentra radicado o proyectado en otro mundo, y no es más que una manifestación de la decadencia y la degeneración. En este punto nuestro autor hace suyas las críticas de Nietzsche, quien valoraba negativamente el Cristianismo como valores negativos y propias de una «moral de esclavos». Incapaces de exaltar valores fuertes y autónomos, lo hacen con aquellos propios de «naturalezas débiles y malogrados» y de ahí la exaltación del perdón o el amor al prójimo.
Las consideraciones evolianas sobre el catolicismo son menos contundentes, y está mediatizado por el sincretismo de muchos elementos precristianos, propiamente «paganos» en sus orígenes. El catolicismo representa una versión superior respecto al Cristianismo debido a los elementos de autoridad y la impregnación de cierta «mentalidad pagana» presentes en una serie de características de orden y racionalidad que le son inherentes. No obstante, hay elementos dentro de la racionalidad escolástica que, desde la perspectiva de Evola, representan cuestiones irresolubles, en la medida que pretende racionalizar ideas que a su juicio eran totalmente irracionales.
Evola critica la teología medieval por intentar justificar la relación entre la creación y la sustancia de Dios mediante el principio de analogía, que distingue el ser de Dios del ser en el mundo. También señala la incapacidad del ser humano para captar plenamente el ser absoluto, lo que genera diferencias con lo divino. Algunos teólogos propusieron la existencia de dos actos de creación para explicar estas diferencias. Para Evola, la teología cristiana enfrenta dos opciones: justificar dogmas basados en razonamientos erróneos o adoptar posturas heréticas. Este análisis refleja la etapa anticristiana de Evola, aunque posteriormente moderó sus posiciones. Estas consideraciones se corresponden con esta etapa, la de los artículos de Bilychnis, que es coetánea a la de su etapa más furibundamente anticristiana, con la publicación de Imperialismo pagano. Aunque sus posiciones no variaron sustancialmente, sí que se suavizaron notablemente en lo sucesivo.
En el artículo «El valor del ocultismo en la cultura contemporánea» (1927), Evola critica la insuficiencia de la religión para el hombre moderno, lo que ha llevado a muchos hacia prácticas ocultistas y espirituales superficiales, como el espiritismo y el sincretismo New Age. Estas prácticas, influidas por la ciencia moderna, son peligrosas y comparables al decadente mundo helenístico. Evola, influido por René Guénon y Arturo Reghini, rechaza estos sincretismos y promueve una «tercera vía» espiritual para el hombre «diferenciado», que busca una realización esotérica más allá de la religión convencional y el ocultismo.
En Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo (1932), Evola critica las formas de neoespiritualidad y pseudoespiritualidad surgidas tras la disolución del Grupo de Ur en 1929. Estas corrientes, según él, son expresiones materialistas y racionalistas que han deformado la espiritualidad moderna. Evola señala que la religión occidental ha perdido su sentido trascendente, convirtiéndose en una práctica devocional vacía y moralista.
OVNIS y alienígenas
Origen, historia y prodigio de una pseudorreligión
Gianluca Marletta
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2019 |
Páginas: 214
ISBN: 978-1797499062
Evola advierte sobre los peligros de las influencias extranormales y psíquicas, que pueden desestabilizar al individuo, especialmente a los más débiles. Fenómenos como la videncia o las artes adivinatorias no deben confundirse con lo espiritual, ya que representan lo «infranatural», un descenso a un estado inferior en lugar de una elevación trascendente.
Para finalizar, y teniendo en cuenta la existencia de más artículos en la presente compilación, querríamos destacar el último de los trabajos evolianos publicados en Bilychnis es «La “mística de la sangre” en el nuevo nacionalismo alemán» (1931). El fenómeno de racismo, que es indudablemente un hecho de origen moderno, y muy en boga durante esta etapa, con el ascenso meteórico del nacionalsocialismo en Alemania, y más adelante, aunque ya en fechas tardías, lo veremos reflejado en la participación de Julius Evola en La difesa della razza a finales de los años 30, y en diferentes obras, como por ejemplo El mito de la sangre (1937), La raza del espíritu (1941), Indirizzi per una educazione razziale (1941) y Sintesi di dottrina della razza (1941). Hay que tener claro, así de entrada, que el tema de la raza es un aspecto suplementario y no principal en la doctrina evoliana. A priori, el nacimiento no obedece a la casualidad o el azar en el esquema tradicional, y tal y como se deriva de las interpretaciones de Guénon, de las que, sin duda, Evola era deudor, la existencia física y material forma parte de las múltiples posibilidades de manifestación del ser. Esto significa que la formación del individuo en sus carácteres físico-biológicos es fruto de un determinismo, bajo la premisa de la encarnación de un «yo» preexistente en un cuerpo material sometido a las leyes de la contingencia. Para esto sujeto del mundo tradicional, antítesis del propiamente moderno, la existencia o la muerte no representaban tampoco categorías absolutas.
El punto de partida fundamental del racismo evoliano, de un racismo espiritual, es la existencia de una identidad propia y diferenciada frente al racismo moderno propuesto por Alfred Rosenberg en El mito del siglo XX, absolutamente contrario al hombre-masa y el individuo anónimo de las teorías raciales modernas. No obstante, nos señala Evola, la reivindicación de la raza tiene un punto positivo en la medida que nos vincula al pasado y trata de resistir la corriente del devenir que impulsa la noción de progreso. Además, recurriendo al mito, nos señala que somos el producto de elementos antitéticos, telúricos e hiperbóreos, lo que implica tendencias al caos y al orden que subsisten en pugna en nuestro interior. A nivel colectivo estas tendencias se manifiestan, en el caso de Italia, en la tensión entre la raza mediterránea y la ario-romana. En este sentido, podemos aludir en nuestro caso, en el de España, a aquellos dos polos que mencionaba José Antonio Primo de Rivera en su famoso opúsculo Germanos contra bereberes, donde se traza esa visión entre dos concepciones de España, una heroica, viril y trascendente, representada por la Reconquista y la construcción de España, que sería la propiamente germánica, frente a un polo opuesto, que representaría valores oscuros, pasivos y femeninos, y vendría representada por la imagen de Al-Andalus y todo su legado, que permanecería vivo hasta los tiempos presentes, y encarnado, claro está, por otros sujetos/actores diferentes.
Los aspectos positivos que nuestro autor ve en el racismo son aquellos orientados a trascender el fenómeno moderno, que se harían extensivos también a los movimientos nacionalistas, todo ello a pesar de mantenernos en el terreno de lo inmanente y las contingencias. Pero al mismo tiempo el racismo también es una forma degradada y pasiva de modernidad, precisamente porque en su génesis está el biologismo y el cientifismo moderno, reduciendo al hombre a una categoría animal, a la pulsión y el instinto. De ahí la necesidad de recurrir a una orientación trascendente y un soporte metafísico capaz de afirmar la divinidad del hombre. Esta era una dirección que Julius Evola deseaba, en un cambio radical respecto a las afirmaciones más groseras del fenómeno.
El racismo espiritual implica la búsqueda de una actualización permanente de los valores y potencialidades que son inherentes a la raza, que deben ser mantenidos a través de una rigurosa práctica espiritual. De hecho, los aspectos modernos de la raza, construidos en base a la ciencia moderna, adquieren, según Evola, un sentido muy similar al talmudismo hebreo, al hablar de «pueblo elegido», y en esta medida establece paralelismos entre el nacionalsocialismo y el sionismo en la formulación del término. Del mismo modo, se habla de una superioridad racial, la cual no se fundamenta en logros espirituales o en concepciones tradicionales, sino en logros puramente materiales, científicos y técnicos, que son propios de la civilización occidental. Para Julius Evola, en la actualidad, no existe ninguna raza que posea los atributos exclusivos de la raza espiritual hiperbórea, portadora del elemento divino. Y aunque desde el nacionalsocialismo atribuyeran esa superioridad al elemento nórdico, Evola considera que un sujeto de raza negra perteneciente a un grupo tribal, fiel a sus tradiciones y a la práctica espiritual inherente a estas, era más cercano a ese principio que un caucásico moderno, cuya vida se encuadre en el marco de las costumbres, ideas y cosmovisión moderna.