El globalismo y la restauración del cosmos
Daniel Branco
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2023 |
Páginas: 188
ISBN: 978-1-961928-05-3
A nuestros lectores no les resultará desconocido el nombre del autor de la presente obra, Daniel Branco, doctor en filosofía de origen brasileño, con el cual tenemos el honor de colaborar desde hace ya algunos años. Destacado articulista de Mos Maiorum, nuestra revista semestral sobre Tradición, historia, filosofía y geopolítica, desde el primer número, además de publicar en el año 2018 con nuestro sello editorial una biografía intelectual sobre la apasionante figura de Emil Cioran bajo el título Emil Cioran: Una crítica a la idea del progreso histórico.
En esta ocasión presentamos una obra al público lector que se encuadra perfectamente en las problemáticas a las que se enfrenta el hombre actual, y que dentro de distintos órdenes, nos ofrece un panorama complejo cuando no dramático de los posibles derroteros que va a seguir un mundo que agoniza, en el que nuestras antiguas creencias y formas de vida parecen ser puestas en tela de juicio de manera permanente. En la introducción hallamos este espíritu condensado en unos pocos párrafos que describen la actual situación a la que nos vemos abocados en el plano espiritual y existencial, la destrucción de todas nuestras certezas y la pérdida de todas las referencias que hacían nuestro mundo reconocible y, hasta cierto punto, armonioso. Pero en ningún caso se trata de una llamada a la claudicación y al abandono frente a las nuevas tendencias disgregadoras que se apuntan en el horizonte, sino que como indica el propio título de la obra, El globalismo y la restauración del cosmos, hay una arenga que nos interpela a no desfallecer y a mantenernos fuertes en los principios para poder acometer una tarea de restauración dentro del orden espiritual cuyos efectos reviertan en el resto de ámbitos de la existencia.
Emil Cioran
Una crítica a la idea del progreso histórico
Daniel Branco
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2018 |
Páginas: 146
ISBN: 978-1722723491
Dentro de este contexto espiritual nuestro autor parte de posiciones cristianas, desde ese Cristianismo que se ve atacado y asediado por todas partes en ese Occidente moderno que hace tabla rasa con todo resquicio de espiritualidad que responda a una tradición regular. En esta toma de posición es obvio que es necesario «purgar» —si se nos permite la expresión— la doctrina y exégesis cristiana de toda suerte de equívocos y malentendidos que históricamente han desfigurado su contenido, y que vemos reflejados en ciertas expresiones de uso común en nuestros días, como aquellas que hacen referencia a una «cultura judeocristiana» o la visión que desde el Judaísmo y el Islam existe en relación a la figura de Cristo o dentro de las creencias paganas, en un ejercicio hermenéutico y de contraste de ideas y doctrinas que nos lleva hacia la proclamación de la Iglesia cristiana universal, en todas sus variantes. En este contexto el globalismo y su ideología transhumanista aparece como su antagonista irreconciliable, al servicio del reino del Anticristo. No obstante, y esto es muy importante, Branco no incide solamente en la existencia de este enemigo «exterior», sino también en un enemigo interior, dentro de las propias líneas cristianas que profundiza en los errores modernistas.
Dentro de las trincheras ideológicas que conformarían un amplio frente antimoderno o antiglobalista podemos encontrar una nutrida y amplia pléyade de pensadores que no tienen porque ser congruentes con las doctrinas defendidas por el Cristianismo, pero sin embargo, pueden resultar funcionales a un interés común para frenar las derivas de la posmodernidad y la sociedad postcapitalista en la que todo horizonte espiritual es objeto de una destrucción despiadada. Sería el caso de Julius Evola, autor clave en este ensayo, y René Guénon, quienes a priori, en el caso del primero mientras que el segundo es un autor apreciado por ciertos sectores católicos, siempre mantuvo una postura decididamente anticristiana, que se fue matizando con el paso del tiempo hasta reconocer cierto valor en autores de la contrarrevolución (Donoso Cortés, Joseph de Maistre etc) o incluso en escritos posteriores, durante la década de los 60, se mostró crítico con la deriva de la Iglesia a raíz del II Concilio Vaticano y de su doctrina modernista. Lo esencial, como señala Branco, es la existencia de un enemigo común al que combatir, algo que requiere de una sinergía de fuerzas capaz de conformar un amplio frente común, algo que debería hacerse desde el respeto a las diferencias internas, también dentro del propio Cristianismo, en una alianza de carácter estratégico, frente al debilitamiento del Cristianismo a nivel de creencia, espiritual y políticamente, frente a la cultura anglosajona, el capitalismo y el modelo civilizatorio que propone el liberalismo, el multiculturalismo etc. En este sentido hay que destacar que nuestro autor, David Branco, doctor en filosofía y teólogo protestante, aborda también las diferencias entre catolicismo y protestantismo en relación a ciertas polémicas, como la que habla de la Reforma y la figura de Lutero como la antesala de muchos procesos disgregativos propiamente modernos, entre ellos la Revolución Francesa, sirviéndose de una gran cantidad de autores y fuentes bibliográficas.
El advenimiento del liberalismo a raíz del triunfo revolucionario en 1789 marca el comienzo de la erosión del catolicismo en la Europa occidental, que choca frontalmente con la ideología liberal fundamentada en el individualismo y el materialismo a ultranza. Las relaciones entre diferentes iglesias reformadas y el desarrollo del liberal-capitalismo es algo que ya han tratado autores como Max Weber, o la concurrencia del judaísmo en sus orígenes y desarrollos financieros a través de los escritos de Werner Sombart, y al final la instrumentalización de la esfera religiosa redunda en el avance del laicismo y un concepto de «libertad» que se mueve en parámetros exclusivamente materiales y hedonistas, en el que el individuo es el centro con el que se identifica esa «libertad». Todo lo que «profane» ese espacio del individuo, considerado inviolable, supone una amenaza que implica el rechazo a toda forma de religión organizada, toda forma de Patriotismo etc. Todo este proceso abre el camino hacia concepciones contractualistas y de derecho positivo, a la desacralización de toda autoridad y concepto de poder, la exasperación de los contrastes entre lo profano y lo sagrado, algo en lo que participan, aunque de diferente modo, las ideologías modernas, básicamente el liberalismo y el comunismo.
Sin embargo, nos señala Branco, a pesar del choque que se produce entre liberalismo y catolicismo, todavía se da una coexistencia no exenta de conflictos, lo que hacía que el mundo moderno en sus primeras etapas fuese «multipolar», marcado por una cierta pluralidad antes de la irrupción del socialismo y el marxismo, que pretende llevar a cabo una obra de sustitución respecto a todo lo antiguo desde la prioridad absoluta de la esfera económica. La destrucción de las monarquías tradicionales, que son desnaturalizadas y vaciadas de poder bajo su nueva formulación constitucionalista, así como la democracia de masas y la nación burguesa sustituye a la idea de Imperio y sociedad orgánica tradicional. El proceso de democratización y desarrollo del sufragio vienen a allanar el camino a las pretensiones del socialismo marxista y el proyecto igualitario que pasa por la Revolución y la lucha de clases, que debe culminar, inevitablemente y desde un principio casi (pseudo)teleológico, en la dictadura de clases y el paraíso comunista. Este socialismo marxiano conceptúa la religión como el opio del pueblo, como una herramienta de extorsión al servicio de la burguesía para oprimir y explotar a los más pobres, contribuyendo al proceso de erosión de lo espiritual y sagrado en el mundo moderno. Y además la pretensión del socialismo de Marx, Engels y, posteriormente, Lenin, se proclama como «científico», concibiéndose como sustituto de la religión y dando continuidad a la idea moderna e iluminista de progreso.
No obstante, aunque nuestro autor se mueva en posiciones críticas respecto al liberalismo y el socialismo marxista, no quiere decir que éste se adhiera a una «Tercera vía» en relación al modelo del fascismo italiano o el nacionalsocialismo alemán, que según Branco cometieron innumerables errores tanto a nivel de teoría y doctrina como en la praxis histórica, por las derivas biologistas, racistas y paganizantes. De hecho, él no considera que estas dos doctrinas del periodo de entreguerras representaran realmente una «Tercera vía» entre liberalismo y socialismo.
De hecho, Julius Evola, que aparece con cierta regularidad desde el principio del libro, hasta el capítulo dedicado a su figura, pese a sus desavenencias y siempre polémica relación con el Cristianismo, sí parece representar, a juicio de nuestro autor, un elemento importante en la construcción de una alternativa a las dos ideologías modernas predominantes en la modernidad (liberalismo y socialismo marxista). Destaca la vertiente crítica que el Barón italiano desarrolló en torno al fascismo y el nacionalsocialismo, los excesos materialistas, naturalistas y biologicistas desarrollados por las respectivas doctrinas y cosmovisiones políticas, para reivindicar el papel del Espíritu.
Dentro de los aspectos geopolíticos, el libro aborda la pérdida de poder político en la religión a través de una serie de procesos de secularización y «apostasía» y su impacto en el equilibrio mundial, los cuales no solo son atribuibles a factores externos ligados a la declinación religiosa, sino también a aquellos internos. De hecho la Guerra Fría revistió otros aspectos en relación al posicionamiento y actitud de cada bloque hacia lo religioso. Asimismo, como señala Branco, otros aspectos que actúan de manera erosiva contra los principios religiosos, como las ideologías de género (feminismo, activismo homosexual etc) se encontraban ya en el seno de las doctrinas marxistas y eran referidas por sus líderes históricos, y de hecho el proceso de emancipación femenina está íntimamente ligado al socialismo marxista, movimiento que corre en paralelo al proceso de demolición de la familia y la religión.
Otro ejemplo claro podemos verlo a través de la denominada Teología de la Liberación, vinculada ideológicamente al marxismo, y que se desarrolla en Hispanoamérica a pesar de tener sus raíces en el estandarte del liberal-capitalismo mundial, Estados Unidos. Esto también nos revela la simbiosis y colaboración entre liberales y marxistas más allá de todas las antítesis planteadas por los grandes bloques geopolíticos. El fenómeno del denominado «marxismo cultural» ya había arraigado más allá de la mitad del siglo pasado en un ataque dirigido hacia el individuo, la familia y la religión, profundizando en el proceso de desacralización de la vida y colectivización del ser humano. Y estos procesos se suman a los ya realizados por los liberales bajo sus concepciones sesgadas de libertad y defensa de lo individual, con su errada concepción antropológica y el fenómeno de la americanización liberal anglosajona, junto a la moral utilitarista y hedonista o el culto a lo banal. Ambas corrientes son funcionales a análogos procesos de disgregación. La modernidad es testigo de grandes genocidios por motivos religiosos, que vemos reflejados, por ejemplo en la Guerra Cristera, con el martirio de miles de católicos a manos de los liberales, o la persecución de los cristianos en China por parte del régimen comunista, o bien el considerado como primer genocidio religioso de la modernidad: el de la Vendeé. Aunque Branco considera que liberales y católicos no son igual de nocivos en su relación con el Cristianismo, el nivel de degeneración y putrefacción que el Occidente posmoderno nos ofrece es incluso peor que el de la China comunista.
No obstante la actual era posmoderna ha transformado nuestro mundo a través de la tecnología, de la denominada Cuarta Revolución Industrial, haciendo imposibles incluso ciertos principios del liberalismo clásico defensor del individualismo, o la existencia de una cierta idea de diversidad, pues todos estamos sometidos a patrones de comportamiento y consumo muy similares, cada vez más uniformes.
Dentro de todo este contexto, y como uno de los apartados clave del libro, es interesante la figura del filósofo y geopolitólogo ruso Aleksandr Duguin, quien es objeto de análisis y crítica por Daniel Branco. Duguin nos habla de la Cuarta Teoría Política, construída sobre la base de un nuevo sujeto histórico, el Dasein heideggeriano, que lejos de suponer una realidad dogmática implica una idea de multiplicidad en paralelo al multipolarismo geopolítico. La influencia de Heidegger en el pensamiento del autor ruso se hace valer también en la crítica del individualismo liberal. Nuestro autor se muestra en desacuerdo con ciertos matices de la crítica duguiniana a la modernidad y el papel que liberalismo y marxismo juegan en su configuración desde la perspectiva filosófica y doctrinal. Otras consideraciones de Duguin, como aquellas que establecen apreciaciones espirituales del marxismo y el comunismo, también son cuestionadas por nuestro autor, dado que Duguin al hablar de la Tercera Roma, niega que exista oposición alguna o una ruptura entre la URSS y la idea de la «Santa Rusia», así como otros aspectos más complejos como la noción de metafísica en Duguin o la misión histórica reservada a Rusia como civilización de la tierra y las posibilidades de la Cuarta Teoría Política, aspectos complejos que Daniel Branco trata ampliamente en la obra y que dejamos que el lector los desentrañe y saque sus propias conclusiones.
El otro punto fundamental lo encontramos en la figura de Julius Evola, cuyas referencias y citas se vienen intercalando de manera transversal en los diferentes capítulos, y al que se dedica, como ya hemos apuntado, la articulación de una Tercera Teoría Política. Branco parece otorgarle una ventaja táctica y teórica a los escritos del Maestro Romano, especialmente por sus escritos revisionistas del marxismo y el legado de los regímenes comunistas, cuyo valor militante, dentro de esa lógica de frente antiglobalista del que hablábamos al inicio tiene todo el sentido. Son objeto de análisis las teorías vinculadas a la «regresión de las castas», donde la polémica y el contraste de teorías para interpretarlas han dado lugar a diferentes perspectivas respecto a la visión que Evola tenía en relación al liberalismo y al marxismo, y en especial sobre el lugar que ocupa Estados Unidos y su modelo de civilización en sus doctrinas metapolíticas. Aquí tenemos las menciones y contraste de ideas con Claudio Mutti, Marcos Ghio, Julián Ramírez, Américo de Sousa, Eduard Alcántara, etc y las características del Tercer y Cuarto estado, aquellas que son equivalentes y confluyen sobre la línea del colectivismo, el concepto de «americanismo» y «paria» y sus especificidades, el Quinto Estado o el advenimiento de los sin casta.
El último apartado está dedicado a la situación de Hispanoamérica, Portugal y España, en la que se exponen las dinámicas políticas, ideológicas y espirituales que se vienen produciendo desde la segunda posguerra mundial, cómo sobrevive el Carlismo en España, o las posiciones del régimen Franquista, el integralismo y el tradicionalismo católico en Portugal y la recepción en Hispanoamérica de la Teología de la Liberación. Todas estas circunstancias que han variado ostensiblemente a partir de la caída de ciertos regímenes y la homologación en todos los países del denominado Occidente bajo la democracia liberal, en la que la degradación espiritual y desacralización de los templos religiosos ha alcanzado un punto culminante, con la irrupción de tendencias secularistas, paganizantes y fuertemente influenciadas por el judaísmo. En este sentido tenemos a los neocristianos, en los que el elemento judío antiguotestamentario es el central y asocian al Islam la figura del Anticristo.
No obstante, fuera del fermento en descomposición que representa el Occidente posmoderno, podemos ver cómo la Iglesia Ortodoxa ha experimentado un cierto crecimiento desde la caída de la URSS hasta nuestros días. Sin embargo, el enemigo se ha hecho más intangible, y ya no se puede identificar con algo concreto, con un Estado o un bloque geopolítico, sino que obedece a una lógica mucho más abstracta y compleja, aunque en la ideología de lo poshumano, Estados Unidos o la Unión Europea conforman realidades análogas y plenamente funcionales a esta realidad global y siniestra que nos trasciende. Y a ello debemos añadir todas las ideologías anejas al poshumanismo que profundizan en lo errático e irracional, que caen en la contradicción permanente, que resultan autodestructivas. La destrucción del espíritu religioso y sus vínculos sociales ya se promueven sin ningún tipo de camuflaje o eufemismo, es una realidad que debería obligarnos a tomar medidas de urgencia, o al menos estar preparados frente a sus acometidas.
Hemos sugerido de manera muy esquemática las partes del libro referidas a la crítica a Aleksandr Duguin y Julius Evola, que consideramos que son las más sustanciosas e interesantes del libro, para que el lector, ávido de curiosidad y deseos de contrastar sus propios posicionamientos, se atreva a adentrarse en una obra que le sorprenderá por los conocimientos y la hermenéutica que propone nuestro autor, Daniel Branco, y las conclusiones que propone en este denso y apasionante ensayo.