René Guénon —como ocurriría en lo sucesivo con el resto de pensadores que nutrieron las corrientes de la Tradición Perenne— siempre se opuso a ser considerado como un filósofo, todo ello pese a haber sido profesor de filosofía en un liceo, debido exclusivamente a la orientación ideológica y adhesión al pensamiento moderno que comprende tal calificación. El filósofo es una especie de prestidigitador de las ideas, las cuales confronta entre sí generando un conocimiento de base netamente especulativa, ya que la filosofía al fin y al cabo es una ciencia moderna y occidental, nacida de una base discursiva e inmanente que ignora los designios de lo alto, de un horizonte trascendente que obvia deliberadamente para tomar como referencia el conocimiento exclusivamente humano. La Tradición no toma como base juicios de valor ni se somete a elucubraciones dialécticas, sino que tiene como referente permanente el principio de la intelección, en la base de la omnisciencia divina, en un conocimiento de lo universal, inmutable y eterno. Asimismo, esta consideración, que va más allá del dogma, un concepto más propio de las corrientes exotéricas, especialmente de las religiones mosaicas, no no tiene absolutamente nada que ver con el principio metafísico al que hemos hecho referencia.
Dentro de este contexto, el papel de las ideologías, que tanta trascendencia han jugado en la era moderna desde la revolución francesa hasta nuestros días, no tiene una consideración diferente. En la base de las grandes teorías políticas de la modernidad también encontramos los mismos elementos discursivos y de disgregación, acompañados de un principio teológico, ya sea el «progreso» o «la sociedad comunista sin clases», que han avocado al hombre moderno a visiones desequilibradas y pseudoreligiosas las cuales, como la religión natural que preconizaban los filósofos ilustrados del siglo XVIII, son sucedáneos de ínfima calidad que no hacen sino incentivar esos procesos disolutivos que mencionábamos más arriba.
Respecto al fascismo y el nacionalsocialismo, dos cosmovisiones dominantes en el periodo de entreguerras, resultan especialmente complejas en su relación con algunos autores de la Tradición Perenne, mucho más evidentes en el caso de Julius Evola o Guido De Giorgio, especialmente complejas y accidentadas en el primero y frustradas en el caso del segundo, bajo la esperanza de una Tradición Romana como núcleo y fundamento de un hipotético Fascismo tradicional, en el caso de René Guénon es un asunto mucho más desconocido a la par que controvertido.
Las informaciones de las que disponemos respecto a René Guénon y sus vínculos con ciertas corrientes ideológicas del periodo de entreguerras son difusas y, en ocasiones, contradictorias. A lo largo de sus escritos, el pensador francés, obvió voluntariamente la mención de hechos contingentes relacionados con los dos últimos siglos de historia, y mantuvo posturas radicalmente opuestas al mundo moderno, hasta el punto de considerarlo superfluo y carente de interés en lo que a corrientes vertebradoras de una nueva tradicionalidad o revitalización de la misma se refería. Nada rescatable. Aunque su modelo ideal comprendía una Europa católica y latina frente a aquella germánica y protestante.
Como sabrán aquellos que hayan leído a Guénon, éste consagró una parte de su obra a la masonería, e hizo una distinción entre una masonería operativa o tradicional y aquella especulativa o moderna. Respecto al fascismo y el nacionalsocialismo se sabe que poseía unos conocimientos extensos sobre ambas cosmovisiones, y los juicios de valor alrededor de éstos fueron más que severos, incluso hasta el punto de lanzar la sombra e influencia de la masonería sobre el advenimiento de Mussolini y el movimiento fascista tras la marcha sobre Roma. Concretamente cita a la logia masónica de Bolonia como responsable de esta ascensión. Sus sospechas se extendían a otros movimientos fascistas análogos como la Guardia de Hierro de Codreanu, por influencias psíquicas y políticas de signo «sospechoso», cuando en contraste, Julius Evola se refería a al líder rumano como «una de las figuras más dignas y espiritualmente orientadas que yo [Evola] había encontrado en los movimientos nacionales de su tiempo».
Guénon podría ser definido más como apolítico y reaccionario, aunque desde esa postura hizo contactos con ambientes revolucionarios y nacionalistas, y desde tal perspectiva participó en el Diorama filosófico de Evola y en Regime Fascista de Farinacci. Del mismo modo no podemos obviar la existencia de influencias importantes y contundentes a nivel ideológico, y por parte de Guénon, sobre esos movimientos, que, aunque en menor grado quizás que Evola, sigue siendo un importante referente dentro de estos contextos ideológicos.
No en vano a Guénon le debemos la sistematización de los conocimientos de la Tradición Perenne, de sus símbolos y doctrinas, y de sus interpretaciones se han nutrido pensadores posteriores como el propio Evola, o bien el caso de Guido De Giorgio, quien es considerado como el principal discípulo del autor francés en Italia.