El templo del Cristianismo
Para una retórica de la historia
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2017 |
Páginas: 202
ISBN: 978-1542706476
Aquellos que estamos más avezados en el conocimiento de las denominadas corrientes de la Tradición Perenne conocemos la obra magna de Julius Evola Revuelta contra el mundo moderno, la obra más famosa y celebrada del autor romano, donde vemos expresada toda su Cosmovisión tradicional en lo que podríamos definir como una especie de estudio morfológico de la historia en clave Tradicional. Sin embargo existen otros autores que nutren las mencionadas corrientes que, por desgracia, todavía permanecen como un enigma que espera ser descubierto. Tal es el caso de Attilio Mordini, autor natural de Florencia, dinamizador del ambiente tradicionalista italiano de las décadas centrales del pasado siglo, que desafortunadamente ha pasado desapercibido para el público de lengua hispana. Ya publicamos el pasado mes de octubre una de sus obras, una antología de escritos, que recogimos en El católico gibelino.
A partir de hoy podemos decir que el enigma que representa la obra del autor italiano comienza a cobrar luz y a tomar un rostro bien definido. El templo del Cristianismo ha sido comparado, y no por casualidad con la obra magna de Julius Evola. En este caso no encontraremos la densidad de información con la que la citada obra evoliana nos abruma, pero, sin embargo, es equivalente en muchos aspectos en la complejidad contenida en sus páginas. De este modo, la lectura de El templo del Cristianismo implica un ejercicio intelectual y de comprensión del mundo desde una perspectiva igualmente tradicionalista, como lo es Rebelión contra el mundo moderno. No obstante, en este caso contamos con unos parámetros interpretativos sensiblemente diferentes, y es que el punto de partida que toma Attilio Mordini es el Cristianismo de los orígenes, y con éste la historia de una trascendentalidad que parte, y tiene su origen, en las catatumbas romanas para recorrer el conjunto de la historia, con sus muchos siglos e innumerables hechos humanos, bajo la perspectiva de la encarnación del Verbo.
El católico gibelino
Attilio Mordini
Editorial: Hipérbola Janus
Año: 2016 |
Páginas: 102
ISBN: 978-1539492276
Es posible que la temática cristiana pueda no resultar excesivamente atractiva en los tiempos que corren actualmente, en la que el descrédito de lo espiritual, en el amplio sentido, y más concretamente el Cristianismo, es una realidad cotidiana, tanto en los mass media como en las conversaciones corrientes, muchas veces teñidas de banalidad e inconsecuencia. Pero en el caso que nos ocupa es importante que no nos dejemos llevar por los acontecimientos que han rodeado a la Iglesia de los últimos tiempos, aquella que marca su declive y claudicación con el II Concilio Vaticano. El cristianismo populachero y ramplón que ha descendido el discurso y la liturgia cristiana al nivel más democrático —en el sentido etimológico del término, de masa, de vulgarización, pasando así de la más absoluta trascendentalidad a la inmanencia más burda— nada tiene que ver con aquel Cristianismo que nos ilumina desde la obra Mordiniana.
El templo del Cristianismo nos invita a una reflexión profunda, lúcida y fascinante del devenir histórico, y lo hace desde muchas y diversas perspectivas. Teniendo en cuenta que el itinerario histórico en su recorrido, y en función de las interpretaciones tradicionalistas, suponen un alejamiento progresivo e inexorable del Principio Divino, de la Unidad Primordial o de la Perfección Primigenia, debemos entender que es una visión de la historia anti-progresista, contraria a la idea positivista de la perfección continua de la humanidad, del mejoramiento de la humanidad como civilización y como individuos partiendo, originalmente, de una situación absolutamente contraria. Obviamente esta idea, que es la dominante en los tiempos presentes, solamente entiende de un criterio materialista, es una concepción de la historia que se limita a valorar avances tecnológicos, técnicos o de comodidad y al mismo tiempo ignora aquellos otros que tienen más que ver con nuestra propia naturaleza como personas. Attilio Mordini señalaba que toda civilización verdadera debería fundarse siempre sobre el reconocimiento de la dimensión sacral, a la cual se confía la misión de conducir al hombre hacia su realización como Persona. Al mismo tiempo, toda civilización regular, y en unas condiciones normales, debe ser un reflejo de la historia revelada, donde el Sumo Bien y la Verdad puedan resplandecer frente a cualquier valor o principio económico-material.
En este sentido, está claro que la emancipación de la razón, en lo que es un proceso característico del siglo XVIII, aunque vino precedido por cierta revolución científica y metodológica durante el siglo anterior, y en este sentido conviene recordar la figura de René Descartes, procuró una serie de rudimentos e instrumentos ideológicos que contribuyeron a forjar la propia modernidad. Una modernidad que, como en muchas ocasiones hemos apuntado en otros artículos, está absolutamente desacralizada y niega el principio espiritual. Pero, ¿cuál es la idea de Mordini respecto al sentido de la historia? ¿Cuál es el valor que nuestro pensador florentino atribuye a las obras humanas, a las realizaciones espirituales o aquellas de orden mundano? Atendiendo al hecho de que la historia puede ser interpretada como un modelo de involución, de imperfección progresiva en una vía hacia el abismo de la fatalidad, pero al mismo tiempo, y desde una perspectiva Cristiana, la historia puede formar parte de un plan divino providencialmente diseñado y ejecutado dentro del cual el sufrimiento o el error humano pueden representar una aparente paradoja.
Actualmente el ámbito de la fe y la creencia han sido compartimentadas, forman parte de una realidad íntima y personal. Se nos habla de elecciones personales, de la profesión de una fe religiosa determinada en el ámbito de lo privado, como si ésta hubiera nacido desligada e independientemente del mundo que la rodea. La voluntad de reducir el hecho espiritual a un espacio reducido, secreto y aislado delata claramente el rechazo que lo espiritual provoca en nuestro mundo moderno. En este sentido Mordini concibe el Cristianismo, y la propia fe cristiana, como un elemento co-sustancial a la condición humana, a sus orígenes y al propio Devenir histórico, en el que lejos de vivirse como una experiencia personal en soledad, tiende su espíritu vivificador sobre los pueblos. El Misterio de la Encarnación del Verbo marca un antes y un después en la historia de la humanidad. La acción del Padre, efectuada a través del Hijo, Jesucristo, a modo de expresión salvífica y el concurso de la Gracia santificante del Espíritu, se convierten en una fuente inagotable de aquella Verdad Divina. La categoría de este acto, que podríamos considerar el acto más trascendental de la historia humana sobre la tierra, se encuentra por encima de cualquier subjetividad, de cualquier opinión o juicio de valor individual, por encima de cualquier forma de racionalidad humana. La Tradición habla en términos absolutos, de forma categórica, sin las componendas a las que el mundo moderno nos tiene acostumbrados. La Tradición representa una categoría objetiva, y por tanto es irrebatible en su contenido, y la función de la cual deben ser depositarios los hombres es aquella de su transmisión, y para ello contamos con el rito. Así se entiende el conocimiento y la sabiduría que nos es legado desde lo alto, en la que una cadena vertical entre el Ser Trascendente, Dios y el Hombre toma forma y sentido.
Al mismo tiempo, el Cristianismo de Attilio Mordini no encuentra un vehículo de expresión a través del fanatismo o la negación de los tiempos que precedieron a la encarnación del Verbo. Muy lejos de anatemizar aquello que hicieron o escribieron los antiguos paganos, Mordini nos ofrece la idea de integración de la diversidad de discursos «pre-cristianos» en en el conjunto, en el global de la historia de la Revelación. No podríamos hablar de unos tiempos de azar en los que el hombre abandonado a su suerte escribiese su Destino al margen de una realidad superior, Trascendente y Divina, sino que, más bien, podríamos hablar de hechos perfectamente coherentes en el camino del hombre hacia su encuentro por el primer advenimiento del Hijo. Después del pecado original, la Tradición sirvió al hombre antiguo para mantenerse dentro de los límites de un orden sagrado que impregnaban las instituciones, la cultura y la forma de ver el mundo en general, y éstas permitieron al hombre mantener viva la relación con esa dimensión trascendente de lo divino tras su primera caída. De hecho, Mordini nos recuerda, a modo de confirmación de la complementariedad del tiempo anterior a la encarnación del Verbo la siguiente sentencia:
No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
–Mateo 5, 17
De esta manera Mordini rehuye de cualquier interpretación historicista del cristianismo y considera que no existe ningún tipo de antagonismo ni antítesis entre el discurso pre-cristiano y aquel propiamente cristiano, en la medida que ambos se encuentran integrados en una única Verdad.
A través de estas ideas, someramente formuladas, apenas podemos vislumbrar una mínima parte de la obra que nos hemos dispuesto a presentar. Adentrarse en el particular de la misma, desentrañar las propias ideas e interpretaciones que en ella formula Attilio Mordini, es algo que corresponde al lector. No obstante advertiremos a éste, a nuestro hipotético lector, de la necesidad de tomar esta obra desde una perspectiva muy particular, atendiendo a la fecha original de su publicación, en el año 1963, y a la propia situación de la curia romana que apuntábamos con anterioridad. El Cristianismo de Mordini es, por tanto, un Cristianismo decididamente anti-moderno, radicado en los principios teológicos fundamentales de los orígenes, indisoluble e inextricablemente vinculados a la Revelación, superpuestos a la propia historia humana en el devenir de sus 20 últimos siglos.
Debemos agradecer a Doña Maria Camici y a Doña Fiametta Mordini su inestimable y valiosa colaboración en la publicación de esta obra. Sin la mediación y colaboración de ambas no hubiera sido posible hacer este homenaje y contribución al pensamiento y la obra de Attilio Mordini en nuestro idioma.
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