(Editorial del próximo número de Mos Maiorum)
Ante la situación sin precedentes de la que estamos siendo testigos actualmente en España, con una pandemia global declarada por la OMS y el caos y descontrol generalizado que reinan por doquier, nos vemos en la obligación de ofrecer a nuestro público algunas reflexiones que nos han surgido durante estas semanas. En primer lugar nos resulta un tanto complicado hacer un cuadro general de la situación sin obviar la dejación de funciones por parte de las instituciones de gobierno y la desinformación por parte de medios de comunicación respecto a la crisis del coronavirus. De hecho, los segundos se hicieron eco de las informaciones vertidas por Fernando Simón, quien desde el Ministerio de Sanidad se erigió como portavoz de todas las informaciones y directrices asumidas por el Gobierno y unos inexistentes protocolos a seguir en los inicios de la citada crisis, que se nos decía que no era más que «una gripe» y respecto a la cual no había nada que temer «porque en España apenas tendríamos casos y serían aislados», prácticamente excepciones por las cuales no debíamos preocuparnos. Mientras en Italia, las autoridades ya estaban desbordadas con el inicial foco de contagio en la región de la Lombardía, y como hemos visto hasta el día de hoy, España no ha hecho más que seguir los pasos de la nación hermana transalpina.
Durante semanas nos hemos visto sometidos a un buen repertorio de mentiras y desinformaciones, todas ellas confirmadas con el avance de los días y por el propio reguero de infectados y fallecidos, que a día de hoy superan el medio millar de fallecidos según las cifras oficiales, respecto a las cuales tenemos nuestras reservas dada la poca fiabilidad que nos ofrecen. A los hechos nos remitimos. Pero al margen de todas estas cuestiones, que delatan una mediocre y negligente gestión, que bien podría ser deliberada (no sería nada descabellado) debemos preguntarnos el motivo por el cual esta pandemia que ya tiene dimensiones globales se ha diseminado tan rápidamente por todo el orbe, cuál es su origen y que motivaciones podrían ocultarse ante la emergencia de un virus al que muchas fuentes apuntan de forma inequívoca hacia una creación ex profeso, totalmente artificial, en un laboratorio bacteriológico de Wuhan.
Dudas razonables
A priori hay una serie cuestiones que, como mínimo, podríamos considerar controvertidas o que llaman la atención:
Se nos ha explicado que el origen del virus tuvo su epicentro en un mercado de Wuhan, donde era habitual el consumo de animales salvajes por parte de la población local, destacándose los murciélagos y pangolines, que nos dicen que fueron los vectores de la enfermedad en su trasvase a los humanos. Al mismo tiempo han ido surgiendo otras informaciones que apuntan a un origen no natural del virus, a una suerte de experimento bacteriológico urdido a la sombra de poderes globalistas en un laboratorio de bioseguridad del instituto de virología de Wuhan financiado por cierto especulador financiero por todos conocido, y que éste virus tendría propósitos espurios relacionados con cuestiones de orden geopolítico, y de ahí su hipotético uso como arma biológica. Lo que sí es cierto es que la directora de este laboratorio, Zhengli Li Shi, firmó algunos artículos científicos en la prestigiosa revista científica Nature hace unos años (2015) en los que se advertía de los peligros de la experimentación con el virus SARS y la alteración de su código genético ante la posibilidad de que diese su salto de animales a personas. Asimismo, y dentro de esta línea, se habla del Foro Davos, uno de los cenáculos del globalismo económico, que en octubre de 2019 llevó a cabo un simulacro contra una hipotética epidemia de coronavirus. En este ejercicio participaron el Johns Hopkins Center for Health Security y la Bill & Melinda Gates Foundation, algunas transnacionales farmacéuticas y 15 líderes de diversos organismos relacionados con sectores estratégicos, médicos y relacionados con administraciones públicas de diferentes países. La última noticia que tenemos al respecto son las acusaciones directas de China a Estados Unidos a través del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno chino, de ser responsables directos de la pandemia originada en China y su diseminación por el resto del mundo.
La desinformación que existe en torno al propio virus, que en un principio era una «gripe», o una variante de ésta, por la que no había porqué preocuparse. Las imágenes del ejército italiano y de personal sanitario ataviado con trajes especiales, con cuarentenas que afectaban a millones de personas ya advirtieron hace más de una semana que quizás no se trataba de una «simple gripe». Muchos epidemiólogos, especialistas en enfermedades cardiorrespiratorias e incluso simples médicos de cabecera emitieron juicios por el estilo a través de los mass media. Se nos hablaba de un porcentaje de mortalidad muy bajo que solamente afectaba a personas de edad avanzada o con patologías previas. Sin embargo, hemos visto en diferentes medios como médicos jóvenes y personas de mediana edad sin patologías previas también terminaba sumándose a los fallecidos provocados por el virus. Paradójicamente, y con el bombardeo informativo al que estamos asistiendo, hay mucha desinformación y ésta tiende a redundar en el alarmismo y el miedo al transmitir unas perspectivas de futuro poco halagadoras a corto y medio plazo. Paralelamente, las personas que mueren de neumonía están siendo contabilizadas como víctimas del coronavirus. Por otro lado, el test puede estar contabilizando a enfermos de gripe común o neumonía como afectados por coronavirus. De manera que no conocemos la incidencia que el virus puede estar teniendo sobre la población. De cualquier modo sería interesante hacer una comparativa de casos de gripe común con las estadísticas sobre enfermos y fallecidos para ver el alcance de una y otra.
La difusión y la distribución por países que actualmente registra el virus. En principio es normal que los países más desarrollados industrial y económicamente registren un mayor número de infectados y expansión del virus. Por motivos de una mayor movilidad de sus poblaciones y el hábito de viajar como forma de ocio, negocios o cualquier otro motivo más allá de sus propias fronteras. Pero vemos casos especialmente llamativos como Reino Unido, Estados Unidos o Alemania que siendo países altamente desarrollados económicamente y con una mayor movilidad al tener una población mayor que Italia o España registran menos casos e incluso menos muertos. ¿Y qué sucede con Turquía o Marruecos?¿Por qué apenas hay casos?
No obstante, y como veremos más adelante, aquellos países donde los «valores» de la globalización han triunfado son también los más afectados. Debe ser que la política de fronteras abiertas y la denominada multiculturalidad no es la panacea que llevan décadas intentando vendernos.
¿Ingeniería social? ¿Golpe de Estado mundial?
Desde hace unas semanas las especulaciones y rumores en torno a la pandemia mundial del coronavirus han ido cobrando fuerza, especialmente a través de redes sociales, donde, como todos sabemos, la transparencia informativa y también, por qué no decirlo, los mayores bulos informativos son posibles. En nuestros días hay una tendencia tan absurda como poco lógica de creer aquella información que viene de fuentes oficiales, que leemos en periódicos, que vemos en los telediarios o que nos revelan portavoces de instituciones gubernamentales. Cualquier duda al respecto, oponiendo una teoría alternativa, es automáticamente calificada de «conspiranoica» o «magufa», recayendo sobre quien la ha pronunciado el peor de los anatemas. Como si la historia más reciente no estuviese repleta de ejemplos de manipulaciones, cortinas de humo y desinformaciones con fines espurios. No debemos olvidar el papel de la propaganda y los mass media en la articulación de las modernas democracias liberales, la intervención de poderes financieros transnacionales que no forman parte de una realidad oculta, aunque sí puedan estar al servicio de otros centros de poder que podamos desconocer, y entre los que podríamos citar desde la ONU, la UE, la Comisión Trilateral, el Club de Roma o la Fundación Rockefeller entre otras muchas instancias.
¿Por qué es más lógico pensar que con los intereses en juego existentes, especialmente al nivel de la finanza especuladora más deshumanizada, que aquella realidad que los medios oficiales nos ofrecen se corresponde con una realidad objetiva? No hay más que retrotraerse al mayo del 68 y analizar los acontecimientos y transformaciones acaecidas en la Europa de los últimos 50-60 años para darse cuenta de la cantidad de ingenierías sociales que se han venido implementando desde entonces, y como todas ellas han ido encaminadas a destruir las bases orgánicas y tradicionales de las sociedades europeas. Las ideologías de género, que hemos analizado en multitud de ocasiones, son un buen ejemplo de manipulación, desinformación y desfiguración con fines de ingeniería social, para llevar a cabo transformaciones radicales en el tejido social, en el ámbito de las mentalidades y otros tantos aspectos. Está claro que para aquellos que creen en las versiones oficiales, este fenómeno se engloba bajo la etiqueta del «progreso».
Hace ya algunos años también fuimos testigos de las denominadas «revoluciones de colores» y «primaveras árabes» que los medios pretendían vendernos como formas de revoluciones espontáneas contra el poder establecido que implicaban demandas «democráticas» a gobiernos que, curiosamente, ya no resultaban útiles a los poderes globalistas. En el terreno geopolítico los casos de Ucrania y Siria son los más significativos en ese sentido, donde la propaganda y desinformación, las ya famosas fake news, pretendían denostar a los enemigos del liberal-capitalismo y el totalitarismo globalista que nos toca padecer.
Con la cantidad de precedentes que tenemos en los últimos años, las ingenierías sociales destructivas que nos vienen aplicando, la permanente conculcación de derechos y libertades en la esfera más íntima de los sujetos individuales, ¿es algo descabellado pensar que quizás nos están tomando el pelo con la crisis del coronavirus? ¿Es posible que el estado de pánico generalizado haya sido inducido por una campaña mediática de desinformación a nivel global y que los fallecidos atribuidos a la pandemia realmente sean víctimas de la gripe común o una simple neumonía? No vamos a detenernos en aspectos que nosotros, por nuestra formación, desconocemos en relación a la naturaleza de la enfermedad, aunque sí creemos que existen indicios sospechosos.
Hay otras cuestiones de trasfondo económico y político que resultan bastante inquietantes en toda la psicosis que esta pandemia global ha desatado. No olvidemos que una situación extrema, de alarma nacional o de crisis mundial, puede dar lugar al ocultamiento de muchos otros problemas o convertirse en un truco de distracción digno del prestidigitador, de tal manera que mientras cunde el miedo generalizado por un lado, por el otro otros problemas que la realidad cotidiana nos ofrecía, terminan por desaparecer o difuminarse hasta convertirse en insignificantes. Recordemos el hastío y desafección generalizada que empezaba a hacerse creciente en muchos países de Europa contra la clase política, el avance de la globalización y las ingenierías sociales implementadas por las élites y apliquemos este razonamiento. En una situación límite de estas características, con la amenaza de ser infectado por un virus con gran poder de contagio aunque baja letalidad, significa la posibilidad de aunar todos los esfuerzos de la población en una sola dirección, de tal manera que en virtud de susodicha amenaza el apoyo y respaldo al gobierno u autoridad de turno sea absoluta. A esto debemos añadir el hecho de que la declaración de un «Estado de excepción» equivale prácticamente a un estado de guerra, a una amenaza para la nación, lo que supone que la legislación vigente queda en suspenso y la autoridad puede imponer aquellas medidas que crea necesarias para controlar y combatir la amenaza declarada. En pocas palabras, permite ejercer un mayor control social, cercenar derechos básicos e incluso actuar contra la disidencia bajo cualquier excusa.
Por otro lado, también tenemos el plano económico, que al fin y al cabo es lo más importante para las élites mundialistas, y que parece ocultar razones muy poderosas bajo la crisis del coronavirus. En relación a este tema estos días se han venido produciendo las dimisiones de multitud de directores ejecutivos y altos cargos de empresas multinacionales, empezando por aquella más destacada, la de Bill Gates al frente de Microsoft. Las motivaciones que pueden estar detrás de estas dimisiones son confusas, pero parecen guardar relación con las caídas en las bolsas y el crack bursátil que se ha derivado de la paralización de la actividad económica a mínimos nunca antes vistos, con pérdidas de miles de millones de dólares y euros en ese casino capitalista al que llaman bolsa y del cual depende la economía mundial. Todo parece indicar, y así lo refieren analistas y fuentes autorizadas, que la economía global está experimentando los prolegómenos de un reseteo a nivel mundial del sistema monetario. Una situación de este tipo, de caos y caída libre en la economía financiera con efectos imprevisibles y fuera de control ante la amenaza pandémica, también podría ser la excusa para que organismos transnacionales, como la ONU, tomaran el control de la situación, lo que nos llevaría, inevitablemente, a que muchas decisiones mundiales terminasen por centralizarse en un único centro de poder. También cabe la posibilidad de que esta caída bursátil haya sido provocada para que unos pocos, parte de esas elites globalistas quizás, se hayan hecho con las acciones desvalorizadas a muy bajo precio para concentrar mayor poder económico, y en consecuencia también político mediante un golpe psicológico previamente planificado y ejecutado, cuyos ensayos, como apuntan ciertas teorías, ya se habían realizado en Nueva York en octubre de 2019.
Además hay una realidad económica mucho más sensible y cercana, y es la que afecta a los trabajadores y a las empresas, que se están viendo obligadas a cerrar y detener su producción y actividad económica o mantenerla bajo mínimos, con la aplicación de ERTEs (Expediente de Regulación Temporal de Empleo), que está afectando a aquellos trabajadores del sector servicios especialmente, y que dejará un reguero de millones de desempleados con recursos limitados para subsistir en los próximos meses.
En cualquier caso, todo cuanto podemos decir se mueve en el ámbito de la pura especulación, y no podemos asegurar nada con certeza. De hecho, la incertidumbre domina nuestras vidas y nuestros destinos más que nunca, ante nosotros aparece un horizonte incierto y, para qué vamos a negarlo, poco halagador. A pesar de todo es importante desconfiar de las informaciones que nos llegan, y tratar de protegerse del virus tomando cuantas medidas sean necesarias. Lo primero, como en todas las situaciones límite, es pensar en nuestros allegados y en su salud. Al mismo tiempo nos debemos pertrechar bien en lo espiritual, fortalecernos interiormente y, como decía el Maestro, tratar de sobrevivir en un mundo en ruinas.